
Las entrevistas en Alemania
A riesgo de repetirme, quiero entrar aquí a comentar dos entrevistas exclusivas para los medios de comunicación en Alemania. Tras encontrar una traductora a gusto de Hannah Arendt —traducción que se encargaría de revisar, al ser el alemán su lengua materna—, se preparó la edición alemana de su obra para poderla presentar, a mediados de octubre de 1964, en la Feria del Libro de Fráncfort1. Cierto es que esta nueva edición estaba mucho mejor contextualizada que la original en inglés, entre otras cosas porque venía precedida de una larga crítica de Hans Mommsen y de una introducción [Vorrede] de la misma Hannah Arendt. Habiéndome referido ya anteriormente a Mommsen, la introducción de Arendt, que bien se puede catalogar como un auténtico ensayo sobre verdad y política, resulta sumamente esclarecedora sobre el contenido y el sentido de Eichmann en Jerusalén2.
Ante la probable resonancia que un libro tan polémico pudiera alcanzar en la RFA, se proyectó una primera entrevista con Hannah Arendt que llevaría a cabo Günter Gaus3. Desde abril de 1963 el conocido periodista, publicista, diplomático y político dirigía un nuevo programa de entrevistas para la cadena de televisión ZDF [Zweites Deutsches Fernsehen] con el nombre de Zur Person. No puedo evitar establecer una similitud con el programa emitido por la TV española durante la Transición que consistía en debates extraordinariamente transparentes y que significativamente llevaba el nombre de La Clave. La entrevista se grabó el 16 de septiembre de 1964 y se emitió el 28 de octubre4, justo tras la Feria del Libro de Fráncfort de ese año. Es curioso que unos días después, Hannah Arendt concediera también una entrevista radiofónica al periodista e historiador Joachim Fest, que trabajaba para la cadena de radio SWR [Südwestrunfunk]. Esta entrevista se produjo dentro del marco de un programa que trataba temas importantes para la sociedad alemana de la RFA y que, quizás por ello, ostentaba el nombre de Das Thema5. Ambas entrevistas hay que entenderlas, por tanto, en el contexto de la presentación de la traducción alemana de Eichmann en Jerusalén, con todo lo que esto podía suponer en cuanto a remover un pasado que la sociedad alemana (al menos en la República Federal) estaba tratando de superar... y quizás olvidar.
Las dos entrevistas, que he escuchado en alemán, quedaron reflejadas por escrito en dos ediciones a las que me referiré para las citas y que se pueden encontrar en la bibliografía final, aunque por supuesto se puede acudir tanto a los archivos de la ZDF como de la SWR en Internet. También se encuentran en YouTube y en otras fuentes. La entrevista para la televisión alemana incide más en la personalidad de Hannah Arendt como filósofa, y no resulta tan relevante para el libro sobre Eichmann que aquí se reseña, por lo que me centraré exclusivamente en la segunda entrevista con Joachim Fest.
La entrevista para la radio
La entrevista radiofónica tuvo lugar el 9 de noviembre de 1964. Joachim Fest tenía buenas razones para entrevistar a Hannah Arendt, porque él mismo había publicado un libro, en 1963 y en la misma editorial (Piper), que coincidía básicamente con los puntos de vista de Arendt6. Pero, presionado por la editorial y dadas las características de la controversia suscitada, envió las preguntas por escrito proponiéndole una entrevista "arreglada" para que pudiera salir airosa. Sorprende la respuesta de Arendt por su honestidad: "Es evidente que existe un malentendido... Nunca tuve la intención de defenderme". Y añade que acepta la "conversación con usted" después de haber leído su libro, convencida de que "debe haber cosas sobre las que podamos hablar con provecho"7.
Joachim Fest entrevistó por lo tanto un 9 de noviembre a Hannah Arendt acerca del libro que esta última publicaba en lengua alemana sobre el proceso contra Adolf Eichmann, y ese mismo día —de diferentes años— ha pasado a ser conocido como el Día del Destino [Schicksalstag] en Alemania, porque se han dado acontecimientos decisivos de la Historia alemana: en 1918 Philipp Scheidemann proclama la República (de Weimar), en 1923 se da el intento de golpe de Estado en Múnich, en 1938 es la Noche de los Cristales Rotos y en 1989 se produce la caída del Muro de Berlín.
Al margen de esto, la entrevista resulta sumamente esclarecedora sobre el significado y el alcance de la palabra "banalidad" al explorar otros puntos de vista de la pensadora que no son esencialmente políticos o jurídicos, sino más específicamente filosóficos. No obstante, convendría precisar que Arendt no se consideraba a sí misma como "filósofa", sino simplemente como una persona que se ocupaba de la "filosofía política", es decir, de buscar un acercamiento entre el pensamiento y la acción. La controversia surgida en torno a la publicación de Hannah Arendt hace que esta se valga de la entrevista para reflexionar, no solo sobre el concepto de "verdad y política", sino también sobre la misma actividad de pensar y juzgar. En su obra póstuma The Life of the Mind tratará de dilucidar una intuición sugerida por el proceso contra Eichmann: "¿Es que el pensar puede evitar que se haga el mal?"8
La primera pregunta de Fest es acerca de la relación entre el juicio contra Eichmann en Jerusalén y los llamados "juicios por los campos de concentración" [KZ-Prozessen] celebrados entre diciembre de 1963 y agosto de 1965 para juzgar a oficiales de rango medio y bajo que sirvieron en el complejo de Auschwitz-Birkenau. A esta cuestión Arendt básicamente responde que las estadísticas demuestran un incremento de los juicios contra criminales de guerra desde la captura de Eichmann. La segunda pregunta del periodista e historiador va dirigida a "lo que tienen en común alemanes y judíos en cuanto a 'un pasado sin asumir' [unbewältig]", a lo que Arendt replica que todos los pueblos suelen tener un pasado sin superar o solucionar, pero que judíos y alemanes "están directamente implicados"9 en esto. No obstante, Arendt precisa que el tipo de implicación es contraria, puesto que unos participaron como víctimas y otros como verdugos, con lo que ambos pueblos deberían trabajar el pasado común de manera completamente diferente10.
El periodista habla a continuación de "un nuevo tipo de criminal", que ya apareció en los juicios de Núremberg. Arendt puntualiza que, en el caso de Eichmann, este "nuevo tipo de criminal" se caracteriza "por no tener motivos criminales" tal y como nos los representamos comúnmente, sino que simplemente siguió la corriente dominante [Mitläufer]. Dice además que este tipo de personas son inofensivas sin el apoyo de otros. Arendt persigue ese argumento diciendo algo interesantísimo: "Actuar con otros [Mitmachen] produce poder. En tanto que estás solo, estás despojado de poder, por muy fuerte que seas. Este sentimiento de poder, que surge al actuar conjuntamente, no es malo en sí mismo, es algo común a todos los seres humanos, pero tampoco es bueno por sí. Sencillamente es neutral, lo describimos como un fenómeno humano cuya ejecución produce una notable sensación de placer"11.
Arendt no moraliza, pero sí analiza también la diferencia entre "actuar" y "funcionar", en el sentido de que "la forma perversa de actuar es funcionar"12, y que "funcionar" o la "función" elimina tomar decisiones juntamente con otros para simplemente llevarlas a cabo. Esta "despreocupación" o "falta de responsabilidad" [Leerlauf] produce, como se dijo, un enorme sentimiento de placer. Es más: Eichmann no es que derivara su satisfacción de un sentimiento de poder, sino que era "un típico funcionario" y por eso doblemente peligroso, porque en realidad le daba igual el aspecto ideológico.
"Demonizar" a todos los criminales de guerra nazi era un recurso fácil para no profundizar en la naturaleza humana e incluso justificar los actos de los vencedores. Por un lado, dice el entrevistador, una buena excusa para los aliados por no haber intervenido antes de 1939, por otro lado, es mayor la "gloria" por haber vencido al terrible enemigo. Pero Arendt replica a esta fácil interpretación diciendo que "la demonización" se dio sobre todo entre los mismos alemanes o los alemanes emigrados (incluidos los judíos) y que los aliados quedaron horrorizados cuando se supo toda la verdad al final de la guerra, apenas lo podían creer... La demonización del enemigo, del "otro", puede servir para aminorar el sentimiento de culpa, puesto que sucumbir ante "el demonio encarnado" te libra de culpa: no se ha podido hacer nada, no se ha participado ni por activa ni por pasiva. Arendt va más allá y habla del demonio como "el ángel caído" que naturalmente es más interesante —un pensamiento bastante recurrente en los años veinte y treinta— que el ángel que nunca se rebeló, de igual manera que, hablando en el plano filosófico, lo negativo es el auténtico empujón o detonante [Anstoß] que lleva a la Historia, etc.13
Interesante es cómo el periodista plantea la falta de mala conciencia de Eichmann, su falta de crueldad o de instintos sádicos, lo que le hacía "lamentar" las consecuencias de sus decisiones, produciéndole así "un sentimiento de remisión [Bewährung]". Arendt da otra pequeña lección de filosofía en dos palabras, diciendo que es muy común juzgar lo que es malo o bueno por el sentimiento de placer o disgusto que produce. En otras palabras, creemos que lo "malo" es aquello que aparece en forma de tentación, mientras que "lo bueno" es aquello que nos resistimos a hacer espontáneamente. B. Brecht, Maquiavelo e incluso Kant se refieren a esto: resistir la tentación, un sentimiento muy cristiano. "Eichmann y otros muchos de esa gente tuvieron a menudo la tentación de hacer lo que nosotros denominamos lo Bueno, pero la resistieron precisamente porque era una tentación"14.
La siguiente pregunta se refiere específicamente al subtítulo de la obra que acaba de publicar Arendt, "la banalidad del mal", asumiendo que un tipo como A. Eichmann no encaja en el concepto de mal que hemos aprendido en nuestra cultura. Respecto a los "malentendidos" que sugiere la famosa frase, Arendt los cree inevitables por pertenecer a lo que ella denomina más genuino o auténtico [echt] en toda esta polémica. Difícil de entender, pero la misma Arendt resultó sorprendida por su descubrimiento del personaje Eichmann. Precisa sin embargo que no se refiere a la banalidad como algo "cotidiano" [alltäglich] en todos los seres humanos, es decir, que haya un Eichmann en cada uno de nosotros, sino más bien que lo banal es algo falto de interés o "de escaso valor" [minderwertig]. Mediante una anécdota que cuenta Ernst Jünger en sus diarios, Hannah Arendt pasa a explicar más en detalle lo que ella entiende por lo "banal" en la conducta de Eichmann y otros como él, y es ese rechazo o reluctancia [Unwille] a simplemente representarse lo que la otra persona está experimentando, lo que a Arendt le parece sumamente estúpido, y en ese sentido banal:
"Esta tontería [Dummheit] tiene algo verdaderamente ofensivo [empörend]" 15 porque es un insulto a la inteligencia y, por lo tanto, no tiene nada de demoniaco o profundo". Viene a decir algo interesantísimo, y es que considera a Eichmann como un tipo muy inteligente, pero estúpido en este aspecto. Y es esa estupidez la que le parece indignante o escandalosa16. Hoy en día lo definiríamos como incapaz de empatizar, lo que, llevado a un extremo, podría significar un psicótico.
El siguiente tema que el periodista pone sobre el tapete es la comparación con Rudolf Höß (comandante de Auschwitz) con Eichmann, aparte de referirse a los principios morales kantianos a los que falsamente aludió Eichmann durante su juicio. Es decir, Eichmann tergiversó a Kant porque el imperativo kantiano dice precisamente que "cualquier persona en cualquier acción debe reflejar si la máxima de su acción puede convertirse en una ley general", lo que significa: cualquier persona está "emitiendo una ley interna" si es verdaderamente sincera y por lo tanto es lo contrario de la obediencia ciega. Lo único que tomó Eichmann de Kant es la distinción entre deber e inclinación [Neigung], cosa que, dice Arendt, está muy extendida en Alemania17. El sentimiento del deber en Alemania, yo diría de obediencia, de cumplimiento de la función o de disciplina no es algo en sí positivo ni negativo, pero sí pudo ser utilizado por otros para conseguir sus fines.
No es que el alemán medio, o cualquier otro pueblo por antonomasia, sea especialmente brutal, sino que el problema estriba en —según las palabras del propio Kant— la incapacidad "de ponerse en el lugar de la otra persona"18. Eso es lo que Arendt llama estupidez, como "hablar con un muro de ladrillo". Nunca se consigue ninguna reacción porque ese tipo de personas no escuchan. La segunda cosa que le choca a Arendt como específicamente alemana es la idealización de la obediencia —cosa que no se puede decir de los españoles, al menos hasta ahora—. De nuevo, la obediencia puede ser buena cuando somos niños, pero debe ir desapareciendo con la adolescencia para poder desarrollar nuestra personalidad19.
El secreto de una vida guiada por el sentimiento de obediencia es que pretende librarse de la responsabilidad por las propias acciones, para así liberarse del sentimiento de culpa. Cuando las cosas salen mal, se pone uno en la posición de "esclavo obligado" y señala a los "verdaderos" culpables en las instancias superiores, los que emiten las órdenes que no se pueden discutir. Justo en ese momento se da una interpelación del periodista de cómo es posible hacer otra cosa cuando estamos sometidos a un estado totalitario y, más aún, se refiere a los "consejos judíos" que colaboraron con las autoridades nacionalsocialistas en el funcionamiento de la maquinaria de exterminio20.
Arendt se desvía de esta pregunta para apuntar primeramente que, por lo general, los nazis no expresaron remordimientos por sus actos. Eichmann incluso llegó a decir: "El remordimiento es cosa de niños". Pero ninguno de los responsables juzgados asume claramente responsabilidad por sus actos. Obediencia simplemente, seguir la corriente a lo que se lleva, a la opinión mayoritaria sin importar los principios o las razones, sin exhibir espíritu crítico. En este sentido, a Arendt le parece significativa la satisfacción que obtiene Eichmann al someterse a una autoridad, a cualquier autoridad, incluso durante el proceso en Israel21.
Volviendo a la pregunta sobre la responsabilidad: siempre hay una alternativa sin que tenga que ser necesariamente el martirio. Tratar de quitarse de en medio, de escurrir el bulto, pero no colaborar gustosamente por las ventajas que eso puede reportar. Pero si se quiere obligar a tomar partido, Arendt dice que siempre queda la posibilidad de quitarse la vida —incidentalmente, Allan Watts dice que es realmente el único acto verdaderamente libre que podemos realizar—. En otras palabras, no colaborar en lo que otros hacen simplemente porque otros lo hacen cuando no estamos internamente convencidos. Eso sería una traición a uno mismo a la que Arendt se refiere en otros escritos. Ese decir "yo" en vez de "nosotros" significa por lo tanto juzgar por uno mismo, cosa que no depende de la formación, edad, clase social o cultura. En cambio, todos los que actúan y se suman al pensamiento dominante siempre se justifican a posteriori con un "lo hicimos para que las cosas no fueran a peor", argumentación absurda en sí misma porque "las cosas no podían haber ido peor"22. El juez americano que llevó los procesos de Núremberg lo expresa con estas palabras:
"Si les preguntamos (a los acusados) por qué colaboraron en todo esto durante tanto tiempo, dicen que fue porque querían prevenir algo peor; pero si les preguntamos por qué entonces todo resultó tan mal, dicen que no tenían poder". Su apología se convierte entonces en una mera excusa23.
¿Cómo permanecer sin culpa en una sociedad totalitaria? Karl Jasper, mentor de Hannah Arendt, lo describe con una frase genial: "Nos sentimos culpables de estar vivos... porque solo pudimos sobrevivir aprendiendo a mantener la boca cerrada"24. El común de las personas no son héroes, pero tampoco criminales. El problema de la culpa colectiva que se atribuyeron los alemanes después de la guerra es que puede servir para "cubrir" [decken] a los verdaderos culpables. Arendt dice que no es lo mismo "saber" [mitwissen] que colaborar [mitwirken], y que mucha gente no pudo hacer otra cosa que observar y callar. Para castigar a los auténticos culpables no es bueno "colectivizar" la culpa, porque no puede caber la misma carga de culpa a todo el conjunto social. En otras palabras: generalizar la culpa es ocultar la culpa. A esto añade Arendt la precisión de que bajo una sociedad tan absolutamente totalitaria y controladora como fue la Alemania nacionalsocialista se da el fenómeno de la impotencia frente al poder [Ohnmacht], pero que cabe la posibilidad de mantenerse al margen y no convertirse en un colaborador criminal. La imposibilidad de resistencia la achaca Arendt al "aislamiento" en el que se encontraban los individuos, incapaces de organizarse para una acción común25.
En este momento de la entrevista, Joachim Fest emplaza a Hannah Arendt frente a la famosa frase de Platón (atribuida a Sócrates): "Es mejor sufrir injusticia que causarla"26. Lo que da lugar a una verdadera declaración de principios de la filósofa. En primer lugar, la frase parece evidente, pero no se puede "probar". ¿En qué consiste su evidencia? Hay otra frase de Sócrates que parece explicarlo: "Es preferible estar en desacuerdo con todo el mundo antes que con uno mismo, puesto que soy uno". Vivir con uno mismo significa "hablar con uno mismo", viene a decir Hannah Arendt, y, como ya sabemos por Wittgenstein y otros filósofos, hablar con uno mismo es básicamente pensar. Si me encuentro en conflicto conmigo mismo, surge una situación insoportable puesto que no puedo escapar de mí mismo, por decirlo así. Ser "dos en uno", vivir con uno mismo significa, según Arendt, dialogar con uno mismo, lo que en definitiva es pensar. Pensar no como cálculo o planificación, sino más bien para "ponerse de acuerdo".
Puesto que continuamente tengo trato conmigo mismo y pudiera haber situaciones en las que yo no esté de acuerdo con el mundo, tengo derecho a "refugiarme en mí mismo", por así decirlo, o incluso en un buen amigo a quien me pueda confiar, pues según Aristóteles la amistad es el "otro yo" [autos allos]. Y esto, dice Hannah Arendt, es la salida más honrosa a situaciones en las que nos sentimos impotentes frente a un poder totalitario. A pesar de ser incapaces de oponernos, se puede uno apartar de dicha situación y continuar pensando. Ya que, no estando unido a mí mismo, surge un conflicto que me resultaría, a la larga, insoportable. Si vivo siempre conmigo mismo me veo en la necesidad de dialogar conmigo mismo para pensar, y si no alcanzo un acuerdo, el sufrimiento me lleva a actos desesperados para "olvidarme" que vivo en contradicción. Por ejemplo, yo no quisiera vivir con un asesino, pero si cometo un crimen me veo obligado a tenerlo dentro —a menos que me suicide y "me libere" de toda responsabilidad— y puedo suponer que cualquier persona puede ser un asesino, puesto que yo lo he sido. O bien, en código cristiano, hacer acto de contrición y sentir remordimiento (o viceversa) que es una especie de castigo expiatorio autoimpuesto27.
La burocracia hace que el individuo —parte de ella o inmerso en ella— pierda el sentido de la justicia, al sentirse parte de un engranaje que además refiere a una autoridad omnipotente (como pueda ser el Estado). En el caso de los criminales nazis imbricados en los sistemas de destrucción masiva tan perfectamente alemanes, se dio lo que Hannah Arendt llama la "inmigración interna", es decir, causaban mal "externamente", pero tenían "reservas privadas" o "reservas mentales". Una falacia para autoengañarse, según Arendt. Por otro lado, la burocracia facilita refugiarse en el anonimato, por eso es burocracia, para extinguir así a la persona individual en la función. Cuando se juzga a un burócrata, como pueda ser el caso de Eichmann, lo que se lleva al estrado no es al funcionario, sino a la persona: "No está usted aquí por las funciones de su puesto de trabajo, sino porque es usted un ser humano que debe responder de sus actos". Podríamos decir que el juicio "humaniza" al individuo en el sentido de que se le pide responsabilidades por sus actos. La responsabilidad se difumina también cuando se actúa sin reflexión. Cuando se está inmerso en una actividad absorbente, es imposible reflexionar si no se para (internamente) a pensar por un instante. La reflexión no debe ser sobre uno mismo, sino sobre lo que uno hace, para poder llegar así a una "conciencia de responsabilidad" [Verantwortungsbewusstsein]28.
El periodista plantea una pregunta muy interesante acerca del individuo o el aparato que engloba al individuo y le obliga a cometer ciertos actos, digamos, que van contra la propia conciencia... Muy actual, pues hoy en día matar o aniquilar digamos profesional o socialmente vidas es una tarea rutinaria de oficina, mediante la cual no tenemos contacto alguno con nuestra víctima. La tecnología va facilitando todo esto cada vez más, e incluso pone en manos de las mujeres los mismos instrumentos de violencia a distancia que en los hombres, pues la fuerza o el valor —características que el macho ha desarrollado para sobrevivir animado por la hembra y su prole— ya no son necesarios. Es más, Arendt dice que es más de temer el burócrata rellenando formularios (hoy en día telemáticamente) que el soldado que se bate en el frente, pues al menos este arriesga su propia vida, mientras que aquel "mata... como si fueran moscas"29. Eichmann no entra dentro de las "típicas" categorías de asesinos movidos por pasiones, interés propio o convicción incluso, este último un motivo (ideológico) tan válido como los otros. Eso no le hace mejor, sino tal vez incluso peor porque, dice Hannah Arendt más claramente en la edición alemana de su libro:
"El alejamiento de la realidad y la falta de reflexión pueden causar, unidos, más desgracias que todos los malos impulsos reunidos que quizás vivan dentro del ser humano"30.
Hablando de hacer justicia en el ámbito de lo legal, Arendt admite que "los textos legales no nos preparan para asesinatos en masa administrativos". La justicia tiene como fin restaurar o "sanar" el orden alterado por la injusticia mediante la condena de los culpables, pero también es importante para "el honor y dignidad" [Ehre und Würde] de la víctima que el culpable sea castigado por el acto delictivo que afectó a aquella. Por un lado la sociedad, por el otro el individuo. Esto último es especialmente significativo en lo que atañe los judíos, pues sería una afrenta al honor y la dignidad de este pueblo el que los responsables permanecieran impunes en Alemania31.
Durante el proceso contra Eichmann, el "colapso moral" de todo el mundo, víctimas o verdugos, quedó al descubierto tras la publicación del libro de Hannah Arendt. Respecto a las desorbitadas reacciones que este ha provocado, la filósofa se confiesa sorprendida porque dio a leer el manuscrito a bastantes personas antes de llevarlo a edición, y todo el mundo (entre ellos numerosos judíos) se manifestaron entusiasmados. La reacción posterior la achaca ella a una "campaña" (de difamación) a la que se sumó por mimetismo toda la élite intelectual que antes la había apoyado incondicionalmente. A esto, la pregunta del periodista es un tanto cínica:
"¿Debemos siempre decir la verdad, incluso si entra en conflicto con ciertos intereses legítimos, por un lado, o con los sentimientos de la gente, por el otro?"32
Arendt defiende lo que cualquier persona íntegra podría defender, la independencia de criterio y el derecho a decir la verdad, "verdad" que ella define como los hechos factuales [Tatsachenwahrheiten], es decir, las cosas que fueron como fueron o, puestos en el presente, la realidad tal cual es y no como nos gustaría que fuese. No cree haber ofendido "intereses" legítimos, porque los intereses de entidades u organizaciones no le parecen "legítimos" en cuanto que tratan de ocultar la verdad. Le duelen en cambio los sentimientos "legítimos" de las personas que pudieran haberse ofendido. Aunque el único sentimiento legítimo que ella considera auténtico es el pesar o disgusto [Trauer] y no el de autosatisfacción [Selbstbeweihräucherung], siente haber herido los sentimientos de la gente debido a su estilo, que es irónico y soberano, pero que frente a eso no puede hacer nada porque refleja su personalidad33. La ironía como acto soberano en sus escritos para poner de relieve la espantosa mediocridad [Durchschnittlichkeit] de estos criminales políticos, la banalidad del mal34.
Por último, en su día se desaconsejó la publicación alemana (1964) de Eichmann en Jerusalén,35 porque se pensaba que pudiera tener "efectos negativos sobre la conciencia colectiva"36 (de los alemanes). Los judíos, o tal vez los mismos alemanes, temieron que los antisemitas trataran de manipular los argumentos expuestos, como por ejemplo "los judíos tuvieron la culpa de lo que les pasó"37, cuando eso no es lo que el libro de Arendt intenta mostrar. Acaba con una ironía sobre la "madurez" de los alemanes para recibir tales reflexiones y que, si después del escarmiento que recibieron en la Segunda Guerra Mundial no han alcanzado un cierto grado de madurez, ¿qué se puede esperar?
Revisión y corrección de estilo: Francisco Rodríguez Criado.
REFERENCIAS
Fest, Joachim. Das Gesicht des Dritten Reiches. Profile einer totalitären Herrschaft. Piper, 1963
Arendt, Hannah. Eichmann in Jerusalem. A Report on the Banality of Evil. Viking Press, 1963
Arendt, Hannah. Eichmann in Jerusalem. A Report on the Banality of Evil. Faber and Faber, 1963
Arendt, Hannah. Eichmann in Jerusalem. Ein Bericht von der Banalität des Bösen. Reclam, 1990
Gaus, Günter. "Was bleibt? Es bleibt die Muttersprache" in: Was bleibt, sind Fragen. Die klassischen Interviews. Hrsg. Hans-Dieter Schütt. Das neue Berlin, 2000, s. 310-335
Arendt, Hannah. Eichmann in Jerusalem. Ein Bericht von der Banalität des Bösen. Piper, 2011
"Die Rundfunksendung vom 9. November 1964" in: Arendt, Hannah. Fest, Joachim. Eichmann war von empörender Dummheit. Gespräche und Briefe. Hrsg. Ursula Ludz und Thomas Wild. Piper, 2011, s. 36-60
Arendt, Hannah. "Eichmann was outrageously stupid" in: The last interview and other conversations. Melville House, 2013
Arendt, Hannah. Sokrates. Apologie der Pluralität. Eingeleitet von Matthias Bormuth und mit Erinnerungen von Jerome Kohn. Matthes & Seitz, 2016
1 Arendt, H. Eichmann in Jerusalem. Ein Bericht von der Banalität des Bösen. Piper, 1964
2 "Vorrede" in: Arendt, H. Eichmann in Jerusalem. Ein Bericht von der Banalität des Bösen. Reclam, 1990, s. 49-69
3 Arendt, H. Gaus, G. "Was bleibt? Es bleibt die Muttersprache" in: Was bleibt, sind Fragen. Die klassischen Interviews. Hrsg. Hans-Dieter Schütt. Das neue Berlin, 2000, p. 310-335
4 Ludz, U. Wild, T. Einleitung in: Arendt, H. Fest, J. Eichmann war von empörender Dummheit. Gespräche und Briefe. Hrsg. Ursula Ludz und Thomas Wild. Piper 2011, p. 24
5 Arendt, H. Fest, J. "Die Rundfunksendung vom 9. November 1964" en: Eichmann war von empörender Dummheit. Gespräche und Briefe. Piper 2011, p. 36-60
6 Fest, J. Das Gesicht des Dritten Reiches. Profile einer totalitären Herrschaft. Piper 1963
7 Ludz, U. Wild, T. Einleitung in: Arendt, H. Fest, J. Eichmann war von empörender Dummheit. Gespräche und Briefe. Hrsg. Ursula Ludz und Thomas Wild. Piper 2011, p. 25
8 "Kann das Denken davor bewahren, Böses zu tun?" Ludz, U. Wild, T. Ibd. p. 9
9 "unmittelbar Beteiligten" Arendt, H. Fest, J. Op. cit. p. 37
10 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 36-37
11 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 38-39
12 "die eigentliche Perversion des Handelns das Funktionieren ist" Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 39
13 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 40-41
14 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 41-42
15 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 42-43
16 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 44
17 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 44
18 "an der Stelle jedes andern denken" Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 45
19 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 45
20 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 46-47
21 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 47-48
22 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 49
23 "...die Apologie wird zur reinen Ausrede." Robert H. Jackson, in: Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 50
24 "Dass wir leben, ist unsere Schuld... denn wir konnten nur überleben, indem wir den Mund hielten." Karl Jaspers, in: Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 51
25 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 51
26 "Unrecht zu leiden, als Unrecht zu tun" Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 52
27 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 52-53
28 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 53-54
29 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 55
30 Arendt, H. Eichmann in Jerusalem. Ein Bericht von der Banalität des Bösen. Piper 2011, p.57
31 Arendt, H. Fest, J. "Die Rundfunksendung vom 9. November 1964" en: Eichmann war von empörender Dummheit. Gespräche und Briefe. Piper 2011, p. 56-57
32 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 57-58
33 Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 59-60
34 Ludz, U. Wild, T. Einleitung in: Arendt, H. Fest, J. Eichmann war von empörender Dummheit. Gespräche und Briefe. Hrsg. Ursula Ludz und Thomas Wild. Piper 2011, p. 34
35 Un artículo de Golo Mann aparecido en 1964 acusó a Hannah Arendt personalmente y fue la punta de lanza del "frente" en contra de la publicación del libro de Arendt en lengua alemana. Ludz, U. Wild, T. Ibd. p. 20
36 "negativen Wirkungen auf das öffentliche Bewusstsein" Arendt, H. Fest, J. Op. cit. p. 60
37 "die Juden waren selbst schuld" Arendt, H. Fest, J. Ibd. p. 60



