Cuando en el mercado de invierno de hace dos temporadas Diego Costa aceptó su cesión al Rayo Vallecano, atravesaba uno de los momentos más complicados de su carrera. Salía de una grave lesión de rodilla, con más de seis meses de inactividad, y su futuro en el Atlético de Madrid estaba en el aire tras acumular varias cesiones con más oscuros que claros.
Llegó al Rayo sin hacer ruido, pero en pocas semanas se convirtió en uno de los líderes del equipo. Marcó 10 goles en 16 partidos, contribuyó a la salvación de los rayistas y se ganó la atención de Simeone.
El técnico decidió contar con él la pasada temporada como suplente de Falcao y Adrián. Su intensidad, su cambio de actitud en la preparación física y su capacidad para romper defensas -fue el máximo goleador en Copa del Rey- le dieron cada vez más protagonismo en el reparto de minutos del equipo hasta que convenció definitivamente a Simeone. El argentino es su principal valedor y ha conseguido domar su carácter para aprovechar al máximo sus cualidades.
Esta temporada, ni siquiera la llegada de Villa en lugar de Falcao ha conseguido eclipsar la progresión de Diego Costa. Es el delantero de moda en Europa con 19 goles en 17 partidos y aspira a ser el referente de la selección española en el Mundial de Brasil. En dos temporadas, la carrera de Diego Costa ha cambiado por completo, ha ganado madurez y ya no existen altibajos en su juego.
Su trabajo no ha pasado desapercibido para los grandes equipos de Europa y suena con fuerza como refuerzo para la próxima temporada. En Inglaterra se especula con las posibles ofertas de Chelsea, Manchester City y Arsenal, que estarían dispuestos a pagar la cláusula de rescisión de 36 millones de euros que figura en su contrato.
En el Atlético saben que será complicado retenerlo y que la venta de un jugador con el que no contaban hace dos años sería un negocio redondo para aliviar la tensión en sus cuentas.