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Seúl 1988: el doping que conmocionó al mundo

En tres días, Ben Johnson pasó de ser uno de los mayores héroes olímpicos, al peor villano. Su caso de dopaje removió los cimientos del olimpismo.

En tres días, Ben Johnson pasó de ser uno de los mayores héroes olímpicos, al peor villano. Su caso de dopaje removió los cimientos del olimpismo.
Ben Johnson, héroe y villano de los Juegos de Seúl | Archivo

Lo primero que hay que destacar de Seúl 88 es que, por fin, todos los países importantes estuvieron presentes. A diferencia de las tres ediciones anteriores, no hubo ningún boicot, y ocho años después Estados Unidos y la Unión Soviética volvían a enfrentarse. Un gran beneficio para el espectáculo, para el deporte y, sobre todo, para los aficionados.

Aunque a punto estuvieron de producirse: la división de la península de Corea en dos Estados con ideología política antagónica se significó en la pretensión de la Corea del Norte de ser ellos los organizadores de los Juegos. Para ello contó con el apoyo de los países del área comunista, que amenazaron con declarar el boicot, otro más, a los Juegos.

Finalmente, y gracias en buena medida a la mediación de Samaranch, se echaron atrás, y las competiciones se celebraron en Corea del Sur, sin ningún boicot a excepción de Cuba, Nicaragua, Islas Seychelles y Madagascar.

Así, el número de países participantes aumentaba hasta 159, con victoria en el medallero para la Unión Soviética con 97 preseas, 40 de ellas de oro. La segunda plaza fue para la RDA, y la tercera, para Estados Unidos.

Además, los Juegos sirvieron para que Corea del Sur, un país del que apenas se tenía noticias fuera del continente asiático, transmitiera una gran imagen de su desarrollo tecnológico, su capacidad de organización, y su gran hospitalidad, así como su lucha por el deporte limpio.

Ben Johnson, de héroe a villano

Porque si hubo una noticia que conmocionó al mundo durante los Juegos de Seúl, esa fue la del positivo por dopaje de Ben Johnson. El canadiense se proclamó campeón de los 100 metros con una velocidad hasta entonces nunca vista: 9’79. Fue en aquel entonces la carrera del siglo, pues sus tres inmediatos perseguidores también terminaron por debajo de los 10 segundos.

De golpe, Ben Johnson, que además del récord del mundo se había impuesto nada menos que a Carl Lewis, se convirtió en una sensación mundial. Toda la prensa del planeta caía rendida a sus pies. Los contratos publicitarios, muy suculentos todos ellos, se abalanzaron sobre él…

Pero sólo tres días más tarde saltó la noticia: Johnson había dado positivo por estanozolol, un anabolizante que desarrolla la masa muscular, en sus restos de orina. Al principio se apuntó la posibilidad de un boicot, de que alguien le había echado algo en una de las cervezas que se bebió durante las dos horas y media que tardó en orinar. Pero con el tiempo Ben Johnson confirmó el doping de Seúl, y que además se había estado dopando durante años.

Le fue retirada la medalla de oro –que automáticamente pasó a Carl Lewis-, y cayó en desgracia. Fue sancionado con dos años de inhabilitación, Canadá lo repudió, las pérdidas económicas se cifraron en más de 10 millones de dólares, los medios de comunicación se recrearon en su caída…

¿Por qué? Era la pregunta más habitual. Nadie podía dar crédito. Fue el primer gran mazazo del dopaje. Y no sólo significó eso: había hecho temblar los cimientos del deporte, había sembrado la duda en todas y cada una de las grandes hazañas deportivas del momento.

Eterna Florence Griffith

La caída en la sombra de Ben Johnson significó un nuevo hito para Carl Lewis. Porque tras su recital en Los Ángeles, el atleta estadounidense consiguió en Seúl dos oros (100 metros y salto de longitud) y una plata en los 200 metros.

Aunque quien más brilló sobre la pista fue la atleta Florence Griffith. Su imagen totalmente rompedora con la época –con sus uñas kilométricas y sus mallas de astronauta- no hizo más que contribuir a que se convirtiera en la gran estrella de Seúl gracias a sus espectaculares resultados: apabulló a todas sus rivales en las finales del 100 y del 200 metros, y logró también la victoria en el 4x100, además de una plata en el 4x400.

Su prematura muerte a los 38 años, en 1998, víctima de una apoplejía cerebral, terminó por convertirla en leyenda.

Una piscina de récord

Aunque Griffith no fue quien más medallas conquistó en Seúl. Ese honor le corresponde al nadador también estadounidense Matt Biondi, quien obtuvo nada menos que siete medallas: el oro cinco en 50 m, 100 m, relevos 4x100 m y 4x200 m libres y 4x100 cuatro estilos; la plata en los 100 m mariposa; y el bronce en los 200 m libres.

Pero mayor gloria se llevó la alemana Kristin Otto, quien alcanzó una hazaña jamás conseguida: conquistar seis medallas de oro en los mismo Juegos Olímpicos. Otto ganó en los 50 m y 100 m libres; en el 100 m espalda, el 100 m mariposa, y en los relevos de 4x100 libres y 4x100 cuatro estilos.

Destacar tres curiosidades más: el tenis volvió a ser olímpico en Seúl, lástima que no lo fuera en México 68; un aún semidesconocido Romario fue el máximo goleador del campeonato de fútbol, aunque la selección brasileña no se llevó la victoria al caer derrotada en la final ante la Unión Soviética; y en baloncesto Estados Unidos cayó por primera vez en semifinales: lo hizo ante la Unión Soviética, que a la postre se proclamaría campeona con un estelar Arvydas Sabonis.

El oro de Doreste

Cuatro medallas conquistó España en los Juegos de Seúl. Un resultado escaso vistas las últimas ediciones, y sobre todo conociendo lo que estaba por venir.

Como era habitual, la más importante, la de oro, se ganó en vela. Y lo hizo gracias a José Luis Doreste, quien en su cuarta participación olímpica se impuso en la clase Finn. Y fue una victoria heroica: en la tercera regata se puso en cabeza de la clasificación, pero fue descalificado en la siguiente, cayendo hasta la séptima plaza. Contra todo pronóstico Doreste supo reaccionar, y al comienzo de la última manga volvía a liderar la tabla. Con todo controlado sufrió un vuelco, pero logró enderezar el barco, recuperar posiciones, y situarse detrás de Holmberg, conquistando así la victoria final.

La plata se consiguió en tenis, con la derrota en la final de la pareja española formada por Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal ante los estadounidenses Flach y Seguso. El partido se marchó hasta el quinto set, en el que los españoles perdieron por 7 a 9.

Y el bronce lo consiguió Jorge Guardiola en Tiro olímpico, y Sergi López en los 200 metros braza. Otra victoria épica, puesto que López entró en el último viraje en quinta posición, para realizar unos estratosféricos últimos cincuenta metros que le llevaron hasta el podio.

Victoria que contrasta con los fracasos de Martín López Zubero, que llegaba a la cita con muy buenos resultados y sólo pudo obtener como mejor resultado un undécimo puesto en el 200 espalda (poco después conseguiría récords del mundo y, como todos saben, el oro en Barcelona) y de Arantxa Sánchez Vicario, que compitió en Seúl poco más de una hora, el tiempo que tardó en caer derrotada en su primer enfrentamiento ante la yugoslava Goles (6-4 y 6-2).

Cuánto iban a cambiar las cosas sólo cuatro años más tarde…

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