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Carlos Sainz, nuestro Blas de Lezo del motor

Carlos Sainz, nuestro Blas de Lezo del motor
Carlos Sainz, nuestro Blas de Lezo del motor | EFE

Cuántas veces hubo que esperar hasta el último kilómetro para ver a Carlos campeón y cuántas veces esperamos y la maldición se cernió sobre él. A veces una cabra, a veces un problema con el motor le habían dejado apeado de un título y con el San Benito de tener mala suerte o ser un hombre con gafe.

Desde hace mucho tiempo, sobre todo desde que en 2020 Sainz dio una lección al mundo siendo el piloto más longevo en ganar un Dakar, ese sobrenombre sucumbió, pero ahora después de volverlo a hacer, cuando ya nadie se esperaba nada más de alguien que nos ha dado tanto, deberíamos regalarle otro sobrenombre.

Quizás el Inmortal, porque es el único que resiste, sobre todo en esta edición en la que los adversarios han ido siendo derrotados por la dureza de la prueba o las debilidades de su máquina. Quizás mantener su apodo de Matador porque su braveza y determinación hacen que lo imposible se convierta en realidad; ganar un Dakar, la prueba más dura del mundo, con 61 años, impensable para muchos e irrealizables para la mayoría de los mortales. Pero creo que hay otros adjetivos que podrían encajar.

Para mí, Carlos siempre ha sido un estratega, un Napoléón del Motor, o si prefieren llevarlo a lo español, un Blas de Lezo, que ha sabido gestionar batallas a veces perdidas, como la de nuestro medio hombre en Cartagena de Indias. Aquí, como entonces, hubo alguien que le dio por perdedor, Nasser Al-Attiyah que pronosticó al arrancar la prueba, que Carlos y su Audi, durarían apenas un par de días de vida, para al final, ser él, el catarí, el que salió corriendo, echando pestes de su equipo, de sus naves.

Espero que sepamos dar valor, apreciar, no como hemos hecho con otros de nuestros héroes a lo largo de la historia, como se merece, lo logrado por el piloto madrileño. No sólo es capaz de mantener viva su pasión, mantener viva su competitividad y su profesionalidad al frente de los equipos donde ha estado, si no que ha logrado parecer un chaval en la mente de un sabio del motor. Ha ganado el Dakar, y con este ya son cuatro, con todos los equipos en los que ha estado, Volkswagen, Peugeot, Mini y Audi.

La pregunta que se hará muchos es, "¿y ahora qué, Carlos?". La respuesta solo la tienen él y sus ganas por seguir navegando y corriendo y sufriendo, sus ganas por seguir vivo. Porque Carlos es como esos actores que deciden que las tablas son su casa, su aire y su aliento. Gracias, Carlos, por seguir viviendo como lo haces.

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