El pasado fin de semana saltaron todas las alarmas en Red Bull cuando a pocas vueltas para el final sus dos coches se vieron abocados al abandono. Este domingo las cosas les han salido de manera muy diferente, pole el sábado de Sergio Pérez y victoria el domingo de Max Verstappen. Pero si algo nos ha enseñado el GP de Arabia Saudí es que la fiabilidad será clave si se quiere optar a algo en el campeonato.

De los veinte coches que cada fin de semana salen a pista, sólo catorce terminaron la carrera, una situación que afecta a casi todas las escuderías y que podría tener que ver con la falta de acople que cada equipo ha hecho de los componentes comunes para todos. A excepción de Ferrari, el resto de monoplazas generan dudas, bien en fiabilidad o bien en prestaciones.

Desde la eliminación de Lewis Hamilton en la primera Q1 en clasificación o los abandonos de Ricciardo, Bottas y Alonso por problemas súbitos en sus mecánicas demuestran que nadie está exento de fallo. En cambio, sus respectivos compañeros, Norris y Ocon, entraron en los puntos mejorando el resultado del pasado fin de semana. Mucha irregularidad en un Mundial con dos equipos destacados, Ferrari y Red Bull, y con el resto que caminará sobre la fina línea entre la evolución sostenida y la fiabilidad.

Si a este baile le sumamos el buen ritmo en los cambios de posición, la facilidad de adelantar y mantenerse pegado al adversario gracias al efecto suelo, el saldo nos deja unas muy buenas expectativas para este Mundial en el que un español, Carlos Sainz puede ser el tapado.

El piloto madrileño brilló el sábado en clasificación y fue muy constante en carrera. Le falta un poco más de empuje y de confianza en el monoplaza pero no debemos descartarle. Además, puede ser el gran beneficiado de la batalla particular que lidien Leclerc y Verstappen, viejos conocidos y con muchas deudas pendientes de otras temporadas.