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Caso Pujol: sin novedad dos años después

Sin avances judiciales en el segundo aniversario del "mea culpa" del presidente de la Generalidad por antonomasia.  

Sin avances judiciales en el segundo aniversario del "mea culpa" del presidente de la Generalidad por antonomasia.  
Pujol en su declaración en el Parlamento de Cataluña

El 25 de julio de 2014, viernes, Jordi Pujol i Soley, 23 años presidente de la Generalidad de Cataluña, preso del franquismo por redactar la octavilla "Us presentem al general Franco" y político con fama de "hombre de Estado" emitía un comunicado en el que confesaba la posesión de una fortuna sin declarar en el extranjero.

Su hijo mayor, Jordi Pujol i Ferrusola, ya estaba en el punto de mira judicial por las denuncias de su exnovia, Victoria Álvarez. Oriol Pujol, el predestinado a suceder a Mas y forjar una dinastía republicana, era investigado por la adjudicación irregular de estaciones de Inspección Técnica de Vehículos. Algo más que sospechas se cernían sobre la familia más poderosa de Cataluña, sobre el cacique de toda una región española, sobre el hombre que había sostenido gobiernos nacionales mientras imponía en su virreinato una educación totalitaria para desterrar el español, un relato de la actualidad nacionalista, los cimientos del España roba y mata, y el cobro de comisiones en favor de la construcción de la nación catalana.

Al comunicado siguió el silencio. Era un viernes por la tarde en el que quien menos había desconectado. Fuera del círculo familiar y de Artur Mas, Pujol no informó de sus intenciones. Las investigaciones sobre las irregularidades del clan habían eliminado ya a Oriol, que dos semanas antes había dimitido de todos sus cargos por su implicación el mentado caso ITV. Lo de Jordi y Oleguer, el menor de la saga, eran escándalos a voces en manos de la Audiencia Nacional y ni su esposa, Marta Ferrusola, se salvaba de las pesquisas. Más bien todo lo contrario. La gestión del tesoro andorrano, la herencia paralela del abuelo Florenci, era uno de sus puntos flacos.

En cuestión de horas, Pujol pasó de héroe a villano mientras los periodistas hacían guardia frente a su domicilio de Barcelona y las casas del clan en la Cerdaña. Mayúsculo escándalo, revuelo de fotógrafos y plumillas, impacto pleno en el proceso separatista y estupor generalizado. El moralista de Cataluña era un farsante. Convergencia, una comedia al servicio de un defraudador. La "nación" catalana, una tapadera.

Dos años después y tras múltiples errores por parte de Pujol, como la comedia familiar en el parlamento catalán, los múltiples casos que afectan al clan están parados o envarados en derivadas como la concesión del contrato de basuras de Lloret de Mar, la operación Trueno, última hasta el momento relativa a la corrupción convergente en Cataluña.

En dos años, Pujol ha pasado del calvario a la recuperación y una cierta normalidad. Se deja ver en actos religiosos o en citas de los muy afines. Mantiene línea directa con Artur Mas, presidente de la nueva versión de Convergència. Se le pretende alejado de la política pero su sombra y la de sus hijos planean sobre el espectro nacionalista. 

El patriarca acaba de crear una fundación, llamada Serviol y de la que pende una página en internet en la que Pujol padre ya ha colgado una "reflexión" sobre el malestar europeo. De su caso, una leve alusión, "un comentario referente a que me resulta difícil superar el estado de ánimo en el que me encuentro. (...) El sentimiento de culpabilidad me viene no por codicia, pero sí por miedo, por desidia, por ligereza, por debilidad, he cometido una falta que no debía haber cometido. Que creo que en su momento se reconducirá".

Pujol ya no escribe en la casa del portero, que ocupaban sus escoltas. Se ha trasladado a un despacho en el número 255 de la calle Calabria, más modesto que el del Paseo de Gracia pero de fuste, típico de notarios y abogados de amplia agenda. Confía que en su caso opere el efecto Palau, un asunto (corrupción a gran escala y comisiones a las fundaciones de Convergencia) que comenzó a investigarse hace siete años y que todavía no tiene fecha de juicio. Igual que el caso Pretoria, con Alavedra, Prenafeta y el exalcalde socialista de Santa Coloma de Gramenet, Bartomeu Muñoz.

Se acumulan los expedientes de corrupción en los juzgados y en los despachos policiales, pero la filtración de las conversaciones entre el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz y el exdirector de la oficina Antifraude catalana, Daniel de Alfonso, sirven al nacionalismo para atribuir cualquier acción judicial y policial a las cloacas del Estado.

Que Pujol, su señora y su prole comparecieran ante el Parlament fue un error que les ha convertido en culpables de antemano. Pero lo peor fue la confesión del patriarca. Si hubiera resistido un poco más, hoy sería una víctima de la cloacas y mantendría su categoría moral.

En cuanto a los efectos colaterales, Convergencia se ha disuelto, pero no sólo por la corrupción vinculada a los Pujol. El cobro de comisiones era una práctica extendida más allá de la familia alfa del nacionalismo. El proceso, por su parte, sigue otras dinámicas y dirigió lo del clan sin problemas. Ese año, el 11-S fue un éxito. La fatiga en el separatismo tiene otras causas, entre ellas el incumplimiento de los plazos.

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