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Pujol: el gran corruptor cumple noventa años

La clase política catalana no sólo ha perdonado al evasor fiscal confeso sino que empieza a reivindicar su obra política.

La clase política catalana no sólo ha perdonado al evasor fiscal confeso sino que empieza a reivindicar su obra política.
Jordi Pujol. | Cordon Press

El padre del nacionalismo catalán contemporáneo cumple noventa años. Jordi Pujol, evasor fiscal confeso, contempla desde la atalaya de nueve décadas la rehabilitación acelerada de su figura tras haber confesado hace seis años, el 25 de julio de 2014, que había mantenido oculta una fortuna en Andorra. Pujol puso en juego todo su prestigio político para tratar de salvar a sus hijos de las investigaciones en la Audiencia Nacional. Fue un golpe de mano arriesgado, pero no le salió del todo mal.

De entrada, consiguió extender una cortina de humo en torno a las pesquisas sobre su hijo mayor, Jordi Pujol Ferrusola, a quien denunció su pareja. Los constantes viajes de "Junior" a Andorra con la pasta en bolsas de basura habían quedado al descubierto. La crisis en las finanzas familiares fue mayúscula. Todos los hijos estaban pringados, igual que la esposa, Marta Ferrusola, una tenaz acaparadora de dinero y puntillosa administradora de los bienes familiares que inventó un lenguaje en clave para comunicarse con sus banqueros en el que los millones eran misales.

Todo el montaje labrado durante años sobre la austeridad de Pujol se vino abajo con estrépito. Fueron semanas duras las del verano de 2014 para la familia, ocultos sus miembros en las casas de la Cerdaña con las persianas bajadas. Habían pasado de ser la familia a convertirse en la famiglia, los Pujolone. El estupor de los más fieles colaboradores de Pujol parecía sincero. Sus periodistas de corte se echaban las manos a la cabeza y echaban las culpas a los hijos, sobre todo al primogénito. Incluso malhablaban de doña Marta, la sempiterna primera dama catalana, a la que tachaban de codiciosa.

Se ponían en cuestión 23 años de presidencia de la Generalidad y toda una vida dedicada, en apariencia, a Cataluña. El hombre austero, ajeno al dinero, el tipo que no llevaba nunca un duro en el bolsillo, que se hacía pagar los cafés por los escoltas, había amparado una trama familiar del trinque paralela al sistema de cobro de mordidas a cambio de adjudicaciones de obras y servicios, el famoso 3%.

Sermones y trinques

Las heces le llegaban al cuello a Pujol cuando se sometió al escrutinio del Parlament, en septiembre del año de la confesión. Ahí emergió de nuevo el hombre capaz de abroncar a toda una región que amenazaba con agitar las ramas para que cayeran por corruptos muchos de los que le habían dado la espalda o censuraban sus largos años de impostura, aquellos tiempos en los que recorría Cataluña y el mundo dando sermones morales mientras su familia se hacía con el botín entre bambalinas.

El periodo de arrepentimiento, si es que hubo arrepentimiento, duró poco. Pujol sólo perdió el despacho del que disponía en el paseo de Gracia pagado por la Generalidad y que ahora pertenece a un joven notario. Durante un tiempo se refugió en la portería del edificio donde tiene su vivienda, en la calle General Mitre. Sin embargo, los vecinos tomaron cartas en el asunto inmediatamente. No es que Pujol no fuera ya el president, sino que además había dejado de pagar los gastos de la comunidad. El despacho provisional duró poco. Al cabo de pocos meses ya disponía de una nueva oficina en la calle Calabria, mucho más modesta, eso sí, que la que le sufragaba la Generalidad. Pero también era gratis, pues se la cedió un farmacéutico amigo.

Perdón eclesial

Los primeros en "perdonar" a Pujol fueron sus queridos monjes benedictinos de Montserrat y los obispos de Cataluña, que no tenían reparo en acoger gustoso al matrimonio Pujol Ferrusola en sus oficios más solemnes. Después vino el perdón de la política. A medida que las investigaciones sobre Pujol entraban en una especie de limbo de paraísos fiscales, inversiones en México, Argentina y Panamá y cuentas en Andorra y Suiza, menudeaban los homenajes privados al gran hombre, el reconocimiento de sus fieles y de las nuevas hornadas de nacionalistas, ya directamente separatistas. Pujol, eso sí, ha mantenido durante los años del proceso separatista una notable discreción. No ha querido llamar la atención consciente de las debilidades de sus flancos jurídicos. Sin embargo, sus acólitos le atribuyen la autoría del llamado procés, cuyo origen datan en el programa "Cataluña 2000", un papel encargado por Pujol nada más acceder a la presidencia de la Generalidad y que establecía las bases para la erradicacón del idioma y la cultura españolas en Cataluña y la conversión de la región en un país primero y en un Estado después.

Liquidación del partido

Inmune a la acción de la justicia, al menos de momento, Pujol ha tenido que ver con desagrado como el partido que fundara en 1974 en la abadía de Montserrat entraba esta semana en concurso de acreedores. Parte de su legado se iba por el desagüe por la nefasta gestión de su delfín, Artur Mas, que no supo preservar la obra partidista de Pujol. Tampoco fue Mas un eficiente gestor de lo público. Hoy publica el digital independentista El Nacional que la consejería de Economía se ha traslado a la Zona Franca de Barcelona tras permanecer durante unos años en régimen de alquiler en la casa Heribert Pons, el edificio donde se produjo el asedio separatista a una comisión judicial el 20 de septiembre de 2017. El inmueble había sido adquirido por la Generalidad en los primeros años de mandato de Pujol y vendido por Mas en 2013 por 23 millones de euros con la excusa de la crisis y para cubrir las necesidades de tesorería de la Generalidad.

De vuelta en TV3

Por lo demás, crecen las iniciativas en los ambientes independentistas para reivindicar la figura de Pujol y ya ha salido un par de veces en reportajes de TV3 para hablar de temas como el 0,7 por ciento de los presupuestos públicos a las ayudas al exterior. Pujol se vanaglorió de haber sido uno de los impulsores de esa medida sin que en la televisión pública que creó junto a su mano derecha, Prenafeta, se le preguntara por otro porcentaje aún más famoso, el del tres por ciento.

Autorretrato franquista

La confesión de 2014 empieza a ser una cosa del pasado, como aquel panfleto que escribió Pujol en 1960 sobre una visita de Franco a Barcelona y que leído hoy resulta premonitorio de lo que fue Cataluña con Pujol: "La falta de libertad es absoluta y solo es atenuada por el estado de corrupción en el que vivimos. El general Franco, el hombre que pronto vendrá a Barcelona, ha elegido como instrumento de Gobierno la corrupción. Ha favorecido la corrupución. Sabe que un país podrido es fácil de dominar, que un hombre comprometido por hechos de corrupción económica o administrativa es un hombre prisionero. Por eso el régimen ha fomentado la inmoralidad de la vida pública y económica. Como se hace en ciertas profesiones indignas, el Régimen procura que todo el mundo esté enfangado, todo el mundo comprometido. El hombre que pronto vendrá a Barcelona, además de un opresor, es un corruptor".

Pujol cumplió tres años de cárcel de una condena de siete. Aquel retrato de Franco se convirtió en el tiempo en un autorretrato. Y la prisión, en el trampolín que dio legitimidad a Pujol. Ahí empezó su leyenda.

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