
Los partidos y las organizaciones independentistas llegan a la Diada, la fiesta regional catalana, más divididos y enfrentados que nunca. Las relaciones entre Junts per Catalunya (JxCat) y ERC nunca habían pasado por un momento tan tenso como el actual y eso a pesar de que la tensión es la constante entre los republicanos y los herederos de Convergencia. Sin embargo, ahora ya ni se disimula. Este mismo viernes, la presidenta del Parlament y dirigente de JxCat Laura Borràs tachaba de "pobre" el discurso que poco antes había lanzado el presidente de la Generalidad, Pere Aragonès, en los micrófonos de la emisora oficial de la Generalidad, Catalunya Ràdio.
Aragonès reprochaba a los neoconvegentes que en sus críticas a la mesa de diálogo no concretasen una alternativa y Borràs le ha contestado con un duro mensaje en Twitter: "La mesa de diálogo es un eslogan que hace un año y medio que dura. Ni una sola concreción y tampoco hay ninguna en perspectiva que no sea el fracaso. Pedir concreción a los demás cuando eres tan pobre en tus concreciones no es aceptable. Pero la alternativa existe: ¡unilateralidad!"
En paralelo, el presidente de ERC, Oriol Junqueras, cargaba contra Carles Puigdemont y las iniciativas moscovitas de sus asesores. Según declaraba el líder republicano en El Periódico de Cataluña, los contactos con el entorno de Putin suponen "un error muy relevante, porque nuestra independencia precisa del reconocimiento de las democracias occidentales. Cualquier aproximación a cualquier Estado que no cumpla con los estándares democráticos occidentales nos aleja mucho de nuestro objetivo".
Mesa sin fecha ni componentes
La mesa de diálogo entre Gobierno y Govern es ahora el principal motivo de fricción entre republicanos y neoconvergentes. Los primeros creen que se debe intentar la negociación con el Estado mientras que los segundos sostienen que es una vía destinada al fracaso. Y eso cuando todavía no hay ni fecha ni se sabe la composición de las comitivas a la espera de que Sánchez confirme, o no, su asistencia. En teoría, la mesa se celebrará en Barcelona el próximo jueves o el viernes. Eso es lo que afirma Aragonès. Lo contrario supondría agudizar la crisis entre socialistas y republicanos, una crisis provocada por la cancelación del proyecto de ampliación del Aeropuerto de El Prat.
Los socialistas hablan de una "jugada maestra" de Pedro Sánchez, que ha logrado alterar la temática de la agenda catalana. Difícilmente se hablará sólo de amnistía y autodeterminación en la mesa de diálogo, alegan. Además, se atribuyen el mérito de haber creado otro motivo de división en el gobierno catalán. Y es que junteros y republicanos ya no sólo discuten por la estrategia para culminar sus planes de independencia sino que también se pelean por la política de infraestructuras.
Los de Puigdemont son partidarios de ampliar las instalaciones aeroportuarias aunque eso suponga alterar el espacio protegido conocido como La Ricarda mientras que los republicanos coinciden con Podemos en la oposición al proyecto y recurren hasta al "cambio climático" para justificar su oposición. Sin embargo, no quieren renunciar a la inversión de 1.700 millones de euros y confían en que el Gobierno vaya de farol y se avenga a restituir el proyecto en las próximas fechas y negociar las afectaciones medioambientales del plan.
Desmovilización
En medio de este contexto, una cierta desmovilización de las bases separatistas provocada por el incumplimiento de todas las promesas políticas en torno a la independencia. A esa fatiga hay que añadir una pandemia que ha retirado momentáneamente al separatismo de las calles. La manifestaciones de este sábado no se prevé tan multitudinaria como las habidas hasta 2019. Se trata, según sus promotores, de volver a la calle. Aducen además que no se puede pasar del cero a cien en un solo instante. Cuentan con la complicidad de JxCat y la CUP, que requieren de fuertes movilizaciones para imponer sus tesis sobre la conveniencia de volver a la confrontación. A ERC también le interesa que su gente vuelva a la calle, pero para dotarse de una fuerza negociadora de la que ahora carece, salvo que recurra a la amenaza de retirar su apoyo al Gobierno en el Congreso de los Diputados.
Negociación o unilateralidad, diálogo o confrontación son los dilemas del separatismo, cuya única certeza es la división. Sin embargo, esa división no le ha impedido nunca alcanzar acuerdos para mantener al constitucionalismo fuera de juego, aunque fuera en el tiempo añadido.

