Menú

Por qué hablan de Ayuso y Almeida cuando tendrían que hablar de Puig y Oltra

Sólo por sectarismo o por la pretendida superioridad moral de la izquierda se entiende el diferente trato dado a unos casos y otros.

Sólo por sectarismo o por la pretendida superioridad moral de la izquierda se entiende el diferente trato dado a unos casos y otros.
José Luis Martínez Almeida junto a Isabel Díaz Ayuso. | LD

Si una persona ajena a la realidad política española visita nuestro país en estos días sacaría una impresión totalmente equivocada sobre la situación en la que se encuentran cuatro políticos con importantes responsabilidades en administraciones autonómicas y locales.

Seguramente esa persona pensaría que tanto José Luis Martínez Almeida como Isabel Díaz Ayuso, alcalde de Madrid y presidenta de la Comunidad respectivamente, ambos del Partido Popular, son unos políticos corruptos, malversadores de dinero público, imputados judicialmente, a punto de ser juzgados... y cuya situación en sus respectivos cargos es de todo punto insostenible, por lo que lo mínimo que se puede exigir es que o dimitan o que la oposición les eche mediante una moción de censura. Y eso que, frente a lo que habrá pensado esa persona de visita, ni están imputados, ni ellos ni nadie de su equipo, ni parece haber indicios de que hayan cometido ningún hecho delictivo en el proceso de compra de material sanitario al amparo de los contratos de emergencia durante los primeros meses de la pandemia. Contratos de emergencia que, por otra parte, hicieron todas las administraciones españolas —y europeas y mundiales—, en una competencia por conseguir un bien escaso y absolutamente imprescindible en esos momentos. De investigarse los casos madrileños, que debe hacerse, nadie dice lo contrario, lo lógico sería hacerlo con todos los contratos que se firmaron para conseguir ese material en competencia feroz con todas las administraciones de todos los países del mundo.

Mientras tanto, la misma persona de visita en España pensaría que la derecha y la ultraderecha española —los fachas, por abreviar—, habían orquestado una auténtica cacería política contra dos políticos honorables, presidente y vicepresidenta de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig y Mónica Oltra, inocentes de todos los cargos de los que se les acusa. Y como así se les trata en los medios de comunicación, sus asuntos no tienen la relevancia de cara a la opinión pública que tienen los casos que afectan a Ayuso y Almeida.

El caso Ximo Puig

En lo que respecta a Ximo Puig, el caso que le afecta, presunta pero muy directamente, es una trama de subvenciones públicas de la Generalitat por él presidida en la que estarían implicados, presuntamente otra vez, dos de sus hermanos, su cuñada y su propio hijo, que fue contratado como "redactor de turismo" en una de las empresas del "primer" hermano, Francis Puig, gracias a una de las subvenciones bajo sospecha. Puig, como no podía ser de otra forma, siempre ha sostenido que él no tiene nada que ver con los negocios de su hermano, y que incluso lo de la contratación de su hijo con una subvención dada por la administración que preside fue totalmente legal. Será la justicia la que dicte sentencia, pero mientras tanto estaría bien que la izquierda mediática, que respeta la presunción de inocencia de Ximo Puig y su familia, hiciese lo mismo con la de Ayuso y su hermano.

Cuando, además, las diferencias son sustanciales en cuanto a la situación judicial del caso. El hermano del presidente valenciano está imputado y citado por el juez para el próximo 23 de mayo por la captación, presuntamente irregular, de subvenciones entre los años 2015 y 2018, justo cuando accedió a la presidencia de la Generalitat Ximo Puig.

La trama, tal y como se desprende del amplísimo informe de la Guardia Civil incorporado a la causa por el juzgado de instrucción número 4 de Valencia, pone sobre el tapete un entramado empresarial familiar especializado en captar todo tipo de ayudas públicas, muy especialmente las dirigidas al fomento del empleo y el uso del valenciano.

El caso Mónica Oltra

En cuanto a su vicepresidenta, Mónica Oltra, el caso es mucho más escandaloso, por no decir escabroso, en tanto y cuanto su posible imputación por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, pedida por el juez instructor, vendría determinada por el presunto encubrimiento de los abusos que su marido —ahora exmarido— cometió contra una menor tutelada por la Consellería de la que Oltra era titular.

Pese a que el juez ha pedido que sea imputada y afirma en el auto que "existen indicios racionales y sólidos de la participación de Mónica Oltra" en el encubrimiento de los abusos sexuales de su marido a la menor de 14 años tutelada por su Consellería, a la vicepresidenta valenciana ni se le ha pasado por la cabeza dimitir, ni a Ximo Puig cesarla. Por supuesto, en su partido, Compromís, la apoyan y denuncian que todo es fruto de una cacería de la extrema derecha. Un clásico.

Porque ¿qué hace la izquierda política y mediática en estos casos? Cierre de filas total y absoluto, acusar a los fachas y desviar la atención hacia… Ayuso y Almeida. Hasta en el escándalo que afecta a Mónica Oltra, el de la menor tutelada y abusada por su marido, la izquierda quiso hacer un "caso madrileño" que, aunque grave —pues dejaría en evidencia fallos en el sistema de protección de menores— la prostitución de menores no se había producido dentro de los centros de la Comunidad de Madrid, ni el abuso fue cometido por el marido de la consejera de Asuntos Sociales, como ya denunciamos en Libertad Digital. Un flagrante ejemplo de la doble vara de medir que practica la izquierda.

Cuando la derecha también ayuda

Pero, además de que la izquierda siempre reacciona con el cierre de filas en torno a los suyos y desviando la atención, en algunos casos han contado con la inestimable ayuda de la propia derecha, como ocurrió en el caso de Díaz Ayuso, con el presunto espionaje ordenado por Génova al hermano de la presidenta madrileña, a sus parejas y exparejas... y la increíble intervención del entonces presidente del PP, Pablo Casado, en Cope, acusándola de hacer "un montaje" y con frases como que "una comisión de 280.000 euros (cifra errónea) es un importe lo suficientemente importante como para que alguien pueda pensar que hubo tráfico de influencias" o "si Ayuso me dice que su hermano cobró esta cantidad en concepto de este trabajo, podremos saber si ha habido una irregularidad o una falta de ejemplaridad", para rematar: "Si presido el gobierno de España, no permitiría que un hermano mío cobrara 300.000 euros por un contrato adjudicado directamente (otra afirmación errónea). No es ejemplar". En definitiva, dando munición a la izquierda, como si la izquierda la necesitase.

Por ello, y volviendo a esa persona ajena a la realidad española de visita en nuestro país, es evidente que no tiene ninguna culpa por haberse formado una opinión tan equivocada. Lo raro sería que fuese capaz de hacerlo. Si abres los periódicos, te asomas a las redes sociales, ves las televisiones y sintonizas la mayoría de las emisoras de radio, los únicos escándalos políticos en estos momentos son los que afectan —es un decir— a Martínez Almeida y Díaz Ayuso. Porque hablan de Ayuso y Almeida a todas horas, dedican portadas y abren telediarios y programas especiales los mismos que callan, o pasan de refilón, sobre los casos que afectan a Puig y Oltra.

¿Será el efecto capitalidad?

Podría pensarse que el diferente trato dispensado a políticos madrileños y valencianos sería por el efecto capitalidad: lo que ocurre en Madrid tiene mucha más repercusión, es lógico que así sea, te dirán.

Pero no cuela tampoco. Recordemos los famosos trajes de Francisco Camps, a los que El País dedicó 169 portadas, o el acoso a Rita Barberá, precisamente en la comunidad autónoma hoy presidida y vicepresidida por Ximo Puig y Mónica Oltra, la Comunidad Valenciana.

Si descartamos, entonces, el efecto capitalidad, sólo nos queda pensar que el diferente trato dispensado a unos casos y otros, a unos políticos y otros, la diferente repercusión mediática, obedece al sectarismo de los medios y a, sin duda, la tantas veces esgrimida superioridad moral de la izquierda, que no es un eslogan, es que realmente piensan que la izquierda es superior moralmente... aunque a muchos nos cueste entenderlo. Esa creencia es la que probablemente llevó a un político uruguayo a pronunciar la frase "si es de izquierda no es corrupto, si es corrupto no es de izquierda". Con esta filosofía, siempre tienen las de ganar. Y si no estás de acuerdo, eres un facha.

Temas

En España

    0
    comentarios