
Desunión y desilusión. El independentismo ha convertido la Diada, la fiesta autonómica catalana, en un muestrario de su fractura y de los enfrentamientos entre las diversas facciones. Diez años después del comienzo "oficial" del proceso separatista, los dos principales partidos y las dos organizaciones "cívicas" que fueron claves para la movilización en las calles comparecen enfrentados, con estrategias opuestas y sin visos de exhibir la unidad de acción previa al referéndum ilegal. La desafección y el desencanto ha llegado a las bases, que ya no secundan las convocatorias del movimiento con el ímpetu de los años previos al golpe de Estado de 2017.
El enfrentamiento de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) con ERC y particularmente con el presidente de la Generalidad, Pere Aragonès, ha sido particularmente letal para la edición de este año. En este tiempo se ha pasado de la "revolución de las sonrisas" a la crispación y de las manifestaciones "cívicas, pacificas y festivas", siempre según la retórica separatista, a la pura crispación, los insultos y señalamientos entre ellos. La manifestación de este domingo, en consecuencia, ha sido una muestra desangelada.
La decadencia es notoria. La organización, a cargo de la ANC, se ha limitado a contratar unos pocos autobuses, 240 según sus datos, muy lejos de los más de mil de pasadas manifestaciones. El colorido de otros años se ha trocado en este en un marcha dispersa, con notorios agujeros y una distancia entre manifestantes más propia de la época más dura de la pandemia que de la cierta normalidad actual. "Traidores" es la palabra clave. La ANC y JxCat apuntan sin miramientos a ERC, a pesar del pacto que permite un gobierno conjunto entre los posconvergentes y los republicanos.
Ningún dirigente de ERC se ha presentado en la manifestación, salvo la expresidenta del Parlamento catalán, que también lo fue de la ANC, Carme Forcadell, y el presidente de La Ametlla de Mar, presidente de la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI), Jordi Geseni. En cambio, la plana mayor de JxCat, con Jordi Turull, secretario general, y Laura Borràs, presidenta de la formación, así como los consejeros Jordi Puigneró y Jaume Giró, entre otros, han secundado la convocatoria. En declaraciones a los medios han aprovechado para reprochar a ERC su ausencia y para recordarles que sin la gente en la calle no se habría conseguido ni el 1-O ni la actual mayoría independentista en la cámara autonómica.
150.000 manifestantes, dice la Guardia Urbana
La presidenta de la ANC, la exconvergente Dolors Feliu, ha indicado que la actitud de ERC no ha provocado la desmovilización, a pesar de la notoria caída de manifestantes. En esta ocasión, la Guardia Urbana de Barcelona ha contado 150.000 manifestantes, cuarenta mil más que el año pasado, cuando aún había restricciones por la pandemia, pero lejos de los cientos de miles que se contaban en los años álgidos del proceso.
Esos supuestos cuarenta mil manifestantes más que el año pasado han provocado una cierta euforia en la ANC a la que se ha sumado Òmnium a pesar de las discrepancias de los últimos días por el sesgo antipolítico del manifiesto de convocatoria. Así, el presidente de Òmnium, Xavier Antich, ha asegurado que "la lucha continúa, aquí no se ha acabado nada". La supuesta mayor participación que el año pasado ha sido tomada por JxCat y la ANC como una descalificación de ERC por parte de las bases del independentismo. La ANC ha llegado a contar hasta 700.000 manifestantes, muy por encima de los 400.000 de los que habló el año pasado. Nada nuevo en la vocación totalitaria del separatismo.
Al paso por Capitanía
Durante el recorrido se ha pasado por la sede de la Capitanía, en el paseo de Colón, momento en el que los manifestantes han gritado consignas contra España y han pedido la retirada de la bandera nacional que corona el edificio. Un individuo ha llegado a lanzar un bote de pintura de color negro. Varias furgonetas de los Mossos d'Esquadra se han personado en el lugar para evitar más incidentes. Algunos manifestantes portaban carteles con la cara de Aragonès boca a abajo, con la palabra "traidor" y "botiflers", un término surgido durante la Guerra de Sucesión y que es equivalente a traidores y otras que afirmaban que "sin políticos ya seríamos independientes".
Los parlamentos al término del acto han reivindicado el referéndum ilegal, el supuesto "mandato" del 1-O, y han pedido unidad, buscar cómplices en lugar de traidores. También se ha hablado del caso de espionaje de los móviles de algunos cargos independentistas. Dolors Feliu, la presidenta de la ANC, ha cargado contra los tribunales y contra el Gobierno, ha reprochado al presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, que presumiera de haber apoyado el 155 en el debate con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado.
La "lista cívica" de la ANC
Feliu ha cargado contra los partidos independentistas: "No podemos dejar el 52% de mayoría independentista cautiva, que no se piensen los partidos que nos hemos olvidado de lo que nos importa, no nos conformamos con el autonomismo. Pedimos a nuestros representantes sinceridad y decisión para hacer la independencia". Además, ha vuelto a señalar que la ANC está dispuesta a presentar una "lista cívica" en las próximas elecciones para conseguir la independencia. Además, ha exigido a los partidos del Govern que proclamen la independencia o convoquen elecciones.



