La no detención de Carles Puigdemont ha destrozado la moral de los Mossos d'Esquadra. El ridículo es máximo, a pesar de que el episodio tiene todos los elementos que se incluyen en un pacto, puede que no escrito, para no ver y dejar hacer. El consejero de Interior y su número dos, el director general de la Policía catalana, han arrancado sus explicaciones del mismo modo, apelando a que la ley de amnistía no se cumple, que se debería cumplir y que esa ley suspende cautelarmente las órdenes judiciales relacionadas con los delitos que contempla hasta que se resuelvan las cuestiones prejudiciales y los recursos. Ha quedado claro que ni el consejero Joan Ignasi Elena ni el director general Pere Ferrer estaban muy conformes con la orden de detención en vigor contra Carles Puigdemont.
Eso no ha sido óbice para que Elena y Ferrer hayan cargado contra Puigdemont en términos muy duros. Elena ha dicho que "tuvo un comportamiento impropio de alguien que fue la máxima autoridad del país". En cuanto a la no detención, el principal argumento de defensa es que el principal objetivo del operativo era que se pudiera celebrar la sesión de investidura de Salvador Illa y que Junts "quería reventar, dinamitar y deslegitimar el pleno de investidura". Aún más, "quería situar al Govern de ERC fuera del independentismo, que es la corriente mayoritaria, y asimilarlo al españolismo".
Se nota que a Elena le quedan horas como consejero de Interior, que vive como una liberación el cambio de gobierno y que no se hace responsable en absoluto de lo que está pasando entre los Mossos y Puigdemont. Horas contadas las tienes también Ferrer, un caso extraordinario de resistencia política. Fue jefe de gabinete de diferentes consejeros de CDC, el PDeCAT, Junts y ERC y ascendido a director general sin más experiencia que la que le proporciona ser licenciado en ciencias ambientales.
Su explicación sobre la no detención es que el operativo presentaba la exigencia de un triple equilibrio. Había que conciliar "la dignidad del president que venía del 'exilio', "la dignidad del Parlament", que tenía que celebrar una sesión de investidura y "la dignidad de la nostra policia". Las mismas excusas que durante el golpe de Estado de 2017 para no actuar en contra de la asonada sino a favor. Los mismos delirios, como cuando ha dicho que los Mossos son "de las mejores policías del mundo".
Pero lo mejor estaba por llegar. El jefe policial de los Mossos, Eduard Sallent, ha intervenido en la rueda de prensa en el que han valorado el último disparate del circo catalán. Hombre de probadas convicciones nacionalistas, miembro en su juventud del sindicato estudiantil nacionalista, un policía con un expediente ideológico inmaculado para los separatistas. Sallent ha dado suculentos detalles de la fuga de Puigdemont. La organización del acto, la ANC, había repartido sombreros de paja a los asistentes para que se protegieran del sol. Ahí estuvo la clave de la primera fase de la fuga. Puigdemont y Jordi Turull se metieron en una carpa que había al lado del escenario y salieron de ahí con sombrero. Y claro, todo eso pasó en pocos segundos y todo el mundo llevaba el mismo sombrero. En cuanto al coche en el que huyó, lo que había en el asiento del copiloto no era ni un barril de cerveza ni una rueda de repuesto, sino una silla de ruedas.
Sallent llama Jimmy Jump a Puigdemont
También ha aclarado que hay una orden de detención en vigor contra Carles Puigdemont en todo el territorio nacional, que las autoridades que rodeaban a Puigdemont (al que se refería como "señor" en todo momento) habían prescindido de sus guardaespaldas para la ocasión, que no se le pudo detener, que no es esperaban eso de él. Sallent se ha ido calentado hasta el punto de calificar al "señor Puigdemont" como Jimmy Jump, el catalán que irrumpía en los partidos de fútbol y en los festivales de Eurovisión tocado con una barretina. En cuanto a la tremenda ingenuidad de los Mossos, Sallent ha dicho que Puigdemont no es un Jodorovich (apellido de un famoso clan de la Zona Franca) sino un político que si dice que quiere asistir un pleno se supone que cumplirá con su palabra. También es consciente de que le quedan horas en el cargo. Vuelve Trapero para ocupar el puesto de Ferrer, uno por encima en el escalafón que el primer mando policial. Se avecinan interesantes ajustes de cuentas en los Mossos.
Un mando nervioso y sobrepasado
Sallent estaba visiblemente nervioso, sobrepasado. El "servicio a Cataluña" le ha costado el prestigio, poco o mucho, profesional, aunque vista la trayectoria de Trapero eso es mucho decir. Sallent también habla bien. De ahí que haya dicho que "el cumplimiento de esta orden de detención (de Puigdemont) si no llega hoy llegará en otra ocasión". Ha cargado además contra los mossos que han ayudado a Puigdemont. Dice que "no se merecen vestir nuestro uniforme". Después ha admitido que Puigdemont dispone de un cierto número de voluntarios entre la sección de guardaespaldas de los Mossos, pero que eso no le parece bien. Más delirios. Que no puede dar por bueno que Puigdemont no siga en España "porque los Mossos trabajan con evidencias". Y que no se ve fuera del cuerpo, que ser comisario de los Mossos es su "pasión".
Puigdemont se ha cargado el crédito de los Mossos con una maniobra en la que han jugado factores como el respeto por el cargo, la renuencia a cumplir las órdenes judiciales, la politización como mínimo de la cúpula del cuerpo y una especie de supremacismo policial que lleva a muchos mossos a creer que son diferentes al resto de las policías que operan en España. Ese "entendimiento" que operó durante la ejecución del golpe de Estado con los Mossos entorpeciendo a la Policía Nacional y la Guardia para complacer a los jefes políticos no funcionó en esta ocasión. Puigdemont, que tanto ha presumido de los Mossos, los ha destrozado.