
El 4 de mayo nuestra hermana Pili murió a causa de un cáncer de pulmón, estadio lV, con metástasis en huesos y otros órganos vitales. Durante los 40 días que ha estado ingresada en La Paz ha peleado con la fuerza y valentía que le caracterizaba. Pili era conocedora de su diagnóstico y afrontó la muerte de frente y con dignidad.
Nuestra hermana, como la profesional que era, quería escribir un artículo cuando le diesen el alta sobre su experiencia durante el ingreso y el largo recorrido que la había llevado allí. Pili – Pilar- ya no puede cumplir su deseo de escribirlo. No ha sido posible. El grado de deterioro con el que ingresó no le ha permitido salir adelante. Así que, sin acercarnos siquiera a su brillantez narrativa, queremos hacerlo nosotros, sus hermanos: Carmen, Eva y Raúl.
Su intención era informar sobre las condiciones y estado en el que están las instalaciones de las plantas 10 y 14 en las que estuvo ingresada en el Hospital Universitario de La Paz.
También quería contar el calvario de dolor que ha sufrido durante más de un año y medio. Su periplo de médico en médico es largo, tanto en la sanidad pública como con el seguro médico privado que tenía concertado con su empresa, Libertad Digital. Nunca comprendió, no comprendemos, cómo pudo llegar a ese estado. Acudió a urgencias en multitud de ocasiones por sus terribles dolores abdominales y de espalda. Le hacían una radiografía y volvía a casa con tramadol y un diagnóstico de lumbalgia o artrosis.
Es difícil imaginar el dolor de un cáncer de huesos sin un tratamiento adecuado. La prueba que demasiado tarde concluyó que padecía cáncer de pulmón con metástasis fue una resonancia magnética. No somos médicos especialistas pero creemos que si se la hubieran hecho antes, Pili hubiese tenido una posibilidad de vivir un poco más, con menos dolor y mejor calidad de vida. Nos habría permitido a su familia, amigos y compañeros, que tanto la queremos, disfrutar de ella durante más tiempo. Queremos hacer hincapié en la importancia de un diagnóstico precoz para afrontar una enfermedad tan demoledora. La necesidad de hacer las pruebas pertinentes para llegar a tiempo al mismo.
Por encima de todo, queremos agradecer a todo el personal sanitario su profesionalidad y trato humano. Médicos especialistas que la han tratado (medicina interna, oncología, cirugía torácica, rehabilitadora pulmonar, paliativos...... ), a las magníficas enfermeras y TCAE de las plantas 10 y 14, celadores y personal de limpieza. Profesionales que desarrollan su labor en unas difíciles condiciones: una evidente falta de personal.
Y ahora, la segunda parte:
Nuestra hermana estuvo ingresada en la planta 10 de medicina interna más de un mes. En una minúscula habitación en la que estaban dos pacientes con cuadros médicos muy complicados. Cada vez que había que llevar a su compañera de la cama de al lado, alejada de la puerta, a realizarle una prueba, había que mover todo el mobiliario de la habitación: armarios, mesillas, butacas... porque no había espacio para sacar la cama. Incluso hubo que sacarlo al pasillo.
En una ocasión, una auxiliar tropezó con el pleurevac de mi hermana, aparato que tenía conectado a su pulmón a través de una sonda y cayó encima de ella, porque no había espacio para que las enfermeras y auxiliares pudieran realizar su trabajo.
Ni qué decir tiene que, en tan reducido espacio, la más mínima y digna intimidad ni se contempla. Las duchas son comunes. Hay una al final del pasillo y hay que pedir turno para asearse. Afortunadamente, en esa planta había una silla de ruedas para ir hasta ella. Cuando empeoró, y no podía llegar por su propio pie, con ella podíamos llevarla hasta allí y ayudarla a ducharse. Algo imprescindible para su confort y dignidad. No es necesario explicar más.
Las cestas que contienen los empapadores higiénicos, bateas y batas aislantes están en el pasillo, sujetas con unas escarpias que se caen al suelo cada vez que sacan una cama para llevar a los enfermos a realizar una prueba, porque se chocan con ellas. Hay que hacer verdaderos malabarismos para no hacerlo. Muy higiénico no parece.
Los últimos días los pasó en la planta 14 de oncología. Cierto es que la habitación era más grande y, aunque compartida, al menos permitía cierta comodidad e intimidad. En esta planta las duchas también son comunes. Están al principio del pasillo y muy alejadas de la habitación. Nuestra hermana Pili, ya muy deteriorada y débil, no podía ir andando. Y en esta planta no había la mencionada silla de ruedas para poder llevarla; prácticamente había que echar un instancia para solicitar que la trajeran de otra planta. Nuestra hermana no pudo volver a ducharse. Hubo que asearla en el baño y, al final, en la cama.
No creo que sea necesario explicar nuestra indignación, tristeza y dolor. La higiene personal nos aporta un confort y alivio y, en las circunstancias en las que están los enfermos, es imprescindible para que se sientan, aunque sea, un poco mejor.
La finalidad de esta carta/escrito es demandar a quien corresponda que tome las medidas necesarias para corregir con celeridad esta lamentable situación de las plantas que no han sido actualizadas del Hospital Universitario de La Paz.
Por último, nuestro agradecimiento a su doctora de Medicina de Familia del Centro de Salud del Barrio del Pilar C.M.E., que la atendió en los últimos meses. No hubo tiempo, pero intentó que llegaran al diagnostico con rapidez. La trató con una impecable profesionalidad y humanidad.
