
La Confederación Hidrográfica había anunciado en 2004 la creación de una presa en Cheste para evitar riadas en 16 pueblos. Lo hizo justo antes de que la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al Gobierno frustrara el Plan Hidrológico Nacional en el que se alojaba la construcción de esta infraestructura. El objetivo de la presa era minorar los efectos de las riadas en 16 localidades entre las que estaban, por cierto, Paiporta, Catarroja o Picanya o Massanassa.
La financiación del Plan Hidrológico corría en buena parte a cargo de los fondos europeos. Pero Zapatero lo paró tras el pacto con los separatistas para frenar el Plan Hidrológico porque incluía el trasvase del Ebro y la Cataluña separatista sostiene que ese agua es suya.
Plan "climático" inútil
El tiempo ha pasado, ahora con la llegada al poder de Pedro Sánchez se abrió una nueva ventana de oportunidad para la presa. Sánchez impulsó con el arranque de 2019 su gran Plan de Energía y Clima 2021-2030. Todo un maná de recursos presupuestarios porque había que "luchar contra el cambio climático, el uso racional y solidario de los recursos, apostar por una economía descarbonizada y por una transición ecológica urgente".
Habría sido esperable que el uso "racional y solidario de los recursos" hubiese hecho pensar en recuperar la idea de una presa que embalsara agua para evitar riadas y aprovechar ese preciado recurso en las sequías o regadíos. El montante de dinero movido podría haber sido una buena señal: 235.000 millones de euros. Nada más y nada menos. Pero el Gobierno de Pedro Sánchez no encontró, por lo visto, hueco para la presa o prefirió que el "recurso" fluyera.
Así se paso de que la Confederación del Júcar anunciara en 2004 "actuaciones en los barrancos del Pozalet, la Saleta y el Poyo", a que nadie se acordara o, mejor, se escondiera, la obra diseñada para la zona cero de las últimas inundaciones en la Comunidad Valenciana.
El plan estaba específicamente diseñado para "las grandes inundaciones en temporadas de gota fría" en localidades como las siguientes: "Alaquàs, Aldaia, Catarroja, Cheste, Xirivella, Godelleta, Massanassa, Paiporta, Picanya, Ribarroja, Torrent, Quart de Poblet, Loriguilla, Mislata y Valencia", algunas de las cuales forman hoy parte de una historia triste y letal. La presa de Cheste estaba diseñada con una capacidad, según los cálculos de la Confederación Hidrográfica del Júcar -la misma que ahora el Ministerio de Teresa Ribera asegura que no tiene competencias en barrancos- "de unos ocho hectómetros cúbicos".
El plan incluía la adecuación del barranco desde su cruce con el by-pass. La actuación también preveía la creación de "una gran vía verde de unos 30 metros de ancho que termina en un parque que actuará como laguna de acumulación en casos de avenidas". "El corredor verde quedaría integrado paisajísticamente en el entorno, minimizando así el impacto ambiental", detallaba el plan en cuestión. "El desvío de la Saleta ha sido una de las principales reivindicaciones del Ayuntamiento de Aldaia. Esta población se encuentra bajo la influencia de los barrancos del Poyo, Gallego y Pozalet. La última gran riada se vivió en octubre de 2000", señalaba por aquellas fechas la explicación el plan.
Sánchez derrocha 235.000 millones
Pero, pese a lo avanzado de ese diseño, al presidente actual del Gobierno, Pedro Sánchez, no le interesó de cara a su megaplan del clima. En enero, Sánchez defendió "el firme compromiso de España y de su Gobierno en la lucha contra el cambio climático, el uso racional y solidario de los recursos, su apuesta por una economía descarbonizada y una transición ecológica urgente". Lo hizo durante la clausura de un evento del Ministerio para la Transición Ecológica, el mismo del que dependen las cuencas hidrográficas y el mismo que ha dirigido hasta el momento Teresa Ribera.
Además, "el presidente ha anunciado que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030, que el Gobierno remitirá en breve a la Comisión Europa, movilizará 235.000 millones de euros a lo largo de la próxima década". "Se trata de medidas concretas, reales, contables y efectivas" porque "la variación global del clima de la tierra no entiende de países, ideologías o civilizaciones".
El encuentro en el que se realizó el anunció contó con las intervenciones de la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera; la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, Patricia Espinosa y el presidente del Centro para el Cambio Climático, Economía y Política de la London School of Economics, Nicholas Stern. Y en la apertura del mismo, participó el ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque y también la ministra de Hacienda, María Jesús Montero.
Teresa Ribera afirmó: "Estamos ante un cambio de paradigma que abre grandes oportunidades para la innovación, la competitividad, la generación de empleo o el bienestar social". Pero no hubo hueco para una presa.



