
Han pasado menos de dos años de las últimas elecciones autonómicas, y Vox vuelve a atravesar una difícil etapa de desgastes y divisiones. En varios de los territorios donde se presentó es evidente la erosión del partido, esta última semana protagonizada en Castilla y León, una de las principales plazas donde la formación de Abascal alcanzó un notable éxito llegando a formar parte del Gobierno con el PP de Alfonso Fernández Mañueco. No obstante, al igual que en Baleares, las tensiones internas y las escisiones han puesto de manifiesto que, a pesar de no figurar oficialmente en el organigrama, Vox está liderado por Kiko Méndez-Monasterio y Gabriel Ariza (hijo de Julio Ariza, presidente del Grupo Intereconomía) que son los que realmente controlan el partido.
Castilla y León ha sido esta semana el escenario de una muestra clara de las desavenencias internas en Vox tras la salida del líder del partido en la región, Juan García Gallardo. A través de una carta publicada en redes sociales, Gallardo reconoció las discrepancias con la dirección nacional, provocando que Bambú lo apartara de las negociaciones clave del Gobierno de Castilla y León durante su mandato como vicepresidente, amarrando al que fue su primer cargo con poder institucional para que fuera la dirección nacional la que impusiera todas las decisiones.
Su rechazo a firmar la expulsión de los dos procuradores de Vox en Salamanca y Burgos, Javier Teira y Ana Rosa Hernando, que junto a más concejales y alcaldes pidieron a través de un comunicado más democracia interna y la convocatoria de primarias, suprimidas en los Estatutos en 2022, tan solo fue la gota que colmó el vaso. Ahora liderando el partido en CyL se encuentra David Hierro, fiel a las órdenes que llegan desde Madrid.
Los portazos de figuras clave dentro del partido también se hicieron evidentes con Iván Espinosa de los Monteros, Macarena Olona, Víctor Sánchez del Real, Rubén Manso, Víctor González y otros exdirigentes que formaron parte del proyecto desde sus inicios. Muchos de ellos se han visto forzados a abandonar Vox debido a la creciente bunkerización de la cúpula y los intereses vinculados a los negocios alrededor de Intereconomía.
Más crisis territoriales
No es la primera vez que las desavenencias internas en Vox conducen a una fragmentación. La situación en Castilla y León guarda paralelismos con la crisis vivida en Baleares, donde, tan solo 48 horas después de que Santiago Abascal revalidara su mandato como presidente de Vox, varios diputados se declararon en rebeldía, expulsando del grupo parlamentario a los dos fieles a Bambú. El traslado de Jorge Campos al Congreso de los Diputados además dividió al partido en tres bandos.
La situación no mejora en Cantabria, donde el partido es un polvorín y está al borde del colapso tras suspender de militancia a dos de sus cuatro diputados, en medio de procesos judiciales. En Ceuta, se ha hecho evidente una profunda fragmentación, con Carlos Verdejo y Teresa López distanciándose del partido y rebelándose contra el líder regional designado por Abascal, Juan Sergio Redondo. También han surgido desavenencias en Asturias, particularmente en el Ayuntamiento de Oviedo, donde Elena Figaredo, con una innegable vinculación familiar con la cúpula de Vox —siendo prima de José María Figaredo, secretario general del partido en el Congreso y presidente de Vox Asturias— decidió abandonar el grupo municipal e integrarse en el de los no adscritos, lanzando graves acusaciones de "traición".
La hemorragia interna del partido también encuentra su punto de fricción en Aragón, donde se evidencia un fuerte enfrentamiento entre dos sectores: uno respaldado por la militancia y otro impulsado desde Madrid. En este contexto, el diputado autonómico Santiago Morón se erige como líder en la provincia de Zaragoza, supervisado por el diputado nacional de Vox Pedro Fernández, sin afiliación al partido. En Galicia, los militantes se vieron obligados a enviar un escrito directamente a Abascal para expresar su descontento con la designación de Álvaro Díaz-Mella como líder en la región, sembrando dudas sobre los gastos dentro de la formación y destacando el desprecio recibido desde Bambú.
En la anterior legislatura, Vox también afrontó una grave crisis en Murcia, donde tres de los cuatro diputados del partido se declararon díscolos. Entonces Vox lo justificó a su escasa trayectoria política.
Santiago Abascal, en un claro movimiento de centralización del poder, sacudió los cimientos de los gobiernos autonómicos al decidir romper con el Partido Popular en Castilla y León, Comunidad Valenciana, Aragón, Murcia y Extremadura. Esta ruptura fue una respuesta a la decisión del PP de acoger a 347 menores migrantes en sus comunidades debido a la crisis migratoria.
El goteo de disidencias en Vox no tardó en llegar, lo que provocó la salida de varios miembros clave del partido. Algunos, como el exconsejero de Agricultura en Castilla y León, Gerardo Dueñas, abandonaron la política de manera definitiva, mientras que otros optaron por continuar en sus respectivos gobiernos, dejando Vox, como el consejero de Extremadura, Ignacio Higuero, o el consejero de Castilla y León, Gonzalo Santonja. Esto nuevamente fue tratado con indiferencia desde la dirección nacional, aunque el fenómeno de desintegración de Vox a nivel territorial está haciendo mella en el partido.