Esta vez, las críticas no vienen de la oposición, sino desde dentro del propio bloque de la izquierda.
Pablo Fernández, secretario de Organización y coportavoz de Podemos, ha exigido al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que deje de "atrincherarse" en este asunto que, según ha afirmado, "apesta a cloacas del Estado". Lejos de considerar a Díez una simple militante, Fernández ha sentenciado que la implicada mantenía conexiones claras con el PSOE y el Gobierno, y ha urgido a Moncloa a ofrecer explicaciones públicas.
Las palabras del dirigente de Podemos ponen en entredicho el intento del PSOE de minimizar la gravedad del caso. Mientras desde Ferraz se ha tratado de presentar a Leire Díez como una figura marginal, el propio entorno político del Ejecutivo desmiente ahora esa narrativa.
La presión no cesa y crece la sensación de que el escándalo podría ser solo la punta del iceberg de una red de prácticas turbias en el entorno socialista. Incluso sus socios de Gobierno comienzan a marcar distancias, conscientes del daño reputacional que este nuevo caso puede acarrear.
En medio de este silencio incómodo por parte de Sánchez, las voces críticas se multiplican, y ya no solo desde la derecha. La sombra de las cloacas vuelve a planear sobre el socialismo español.

