Sánchez no quiere soltar el poder de ninguna de las maneras. Y, en caso de que no tenga más remedio que alejarse de él, considera que será temporalmente, porque él, incluso perdiendo las elecciones cuenta con una estrategia para volver a ser presidente. La estrategia de Sánchez pasa, en primer lugar, por la absorción de voto del resto de partidos de la izquierda. Así, mientras ERC o Podemos o Sumar le han dado el apoyo necesario para gobernar, Sánchez lo ha usado para absorber parte de sus votos convirtiéndose en más radical que sus devorados.
Su segunda estrategia será usar enfrentamiento posible entre el PP y Vox -causa, por ejemplo, de la inclusión del tema del aborto en la agenda política- de modo que, la absorción de restos del PSOE por la vampirización de sus aliados, unida a la fragmentación del voto entre el PP, Vox y SALF, permita una gobernabilidad por medio del ya manido gobierno Frankenstein.
Por otro lado, Pedro Sánchez ha ido sustituyendo a todos los barones del partido por medio de gente del perfil de Óscar López (Madrid), Diana Morant (Comunidad Valenciana), Pilar Alegría (Aragón), María Jesús Montero (Andalucía), Eneko Andueza (País Vasco) o Sabrina Mon (Melilla). Perfiles con un más que difícil triunfo en sus plazas pero plenamente sumisos a las indicaciones de Pedro Sánchez. Sánchez no es ningún iluso y conoce perfectamente las limitaciones de cada uno de ellos.

