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Las rutinas más extravagantes de diez famosos escritores

Muchos artistas son extravagantes en su conjunto, pero esto va más allá cuando se trata de llamar a las musas. El libro Rituales cotidianos: Cómo trabajan los artistas (Turner) permite descubrir las extrañas costumbres de trabajo de algunos de los escritores más famosos de la historia.

Hoteles cutres
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Hoteles cutres

Dicen que Maya Angelou (1928 – 2014), autora de Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, no se concentraba en su casa porque era demasiado bonita. Así que cogía sus cosas y se trasladaba a hoteles y moteles. Cuanto más cutres y feos, mejor.

Subidón de cafeína
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Subidón de cafeína

Honoré de Balzac (1799 - 1850) tomaba unas 50 tazas de café diarias. Según el libro Rituales cotidianos: Cómo trabajan los artistas, el francés llegó a comer directamente los granos de café. Si esto parece una exageración, esperen: Voltaire llegaba a ingerir 70 tazas diarias. 

Escrupulosa organización.
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Escrupulosa organización.

Charles Dickens era un autor muy metódico. Trabajaba siempre a la misma hora y su despacho debía estar ordenado siempre de la misma forma. Situaba el escritorio frente a la ventana y sobre él colocaba plumas de ganso, tinta azul, flores frescas y un abrecartas. Cuando viajaba, disponía los muebles de forma que  se pareciesen lo más posible al despacho en el que escribía en casa. 

Aroma a podrido
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Aroma a podrido

Friedrich Schiller (1759 -1805), uno de los dramaturgos más importantes de Alemania, necesitaba un curioso olor para que las letras fluyesen por su pluma. El autor colocaba un cesto de manzanas podridas en una esquina de su habitación. Decía que oler a podrido le despertaba la necesidad urgente de escribir.

Vacas inspiradoras
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Vacas inspiradoras

Para la escritora estadounidense Gertrude Stein (1874 – 1946) era muy importante tener ante sus ojos un determinado paisaje y una curiosa compañía para escribir. Stein, considerada una pionera de la literatura modernista, se sentaba con su cuaderno y su lápiz junto a una vaca. Si la vaca no era suficientemente inspiradora, se acercaba hasta otro campo en busca del bovino adecuado. 

Dieta poco aconsejable
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Dieta poco aconsejable

Marcel Proust (1871-1922) se encerraba, huyendo del ruido, en su habitación parisina. Su aislamiento le fue llevando poco a poco a un estilo de vida muy discreto, que incluía una escueta dieta: café con leche y croissants. Su ama de llaves se lo preparaba cada día. 

Inspiración horizontal
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Inspiración horizontal

Truman Capote (1924 -1984) trabajaba echado en su cama o tumbado en un sofá, unas posturas nada aconsejables para la espalda y menos si tenemos en cuenta que las máquinas de escribir de entonces no eran demasiado manejeras. Dicen que así nacieron obras tan importantes como Desayuno en Tiffany's y A sangre fría.

Hacer el pino
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Hacer el pino

El escritor canadiense Saul Bellow (1915 – 2005) decía que cuando perdía la concentración, le bastaba con hacer el pino. Bellow, Premio Nobel de Literatura en 1976, es autor de Herzog (1964), considerada por Time una de las 100 mejores novelas en inglés de la historia.

Esperando a las musas desnudo
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Esperando a las musas desnudo

Parece que la ropa coarta la inspiración. Es al menos lo que pensaba un buen grupo de autores que, ante la falta de ideas, se quedaban desnudos para remediarlo. El caso más famoso es el de Victor Hugo (1802 – 1885), para el que era un recurso ante el bloqueo. Pensaba que así no se distraería. 

En remojo
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En remojo

Agatha Christie (1890 - 1976), una de las escritoras más exitosas de todos los tiempos, mandó instalar una gran bañera en su alcoba. En una repisa, dejaba lápices, cuadernos de notas y fruta. Plácidamente en remojo y entre mordisco y mordisco a una manzana, escribió novelas de suspense tan famosas como Diez negritos o Asesinato en el Orient Express. 

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