Desde que empezó la carrera electoral se habla de los siete estados bisagra que decidirán las elecciones, pero existe la posibilidad de que no sea ninguno de ellos el que decida quién es el triunfador en las elecciones a la presidencia de Estados Unidos.
Hay un escenario, posible pero improbable, en el que Donald Trump ganaría todos los estados bisagra del sur (Nevada, Arizona, Georgia y Carolina del Norte) mientras que Kamala Harris se llevaría los del Norte (Pensilvania, Wisconsin y Michigan). En ese caso el resultado sería de empate a 269 y el ganador lo decidiría la nueva Cámara de Representantes que salga de estas elecciones.
O, mejor dicho, lo sería si no fuera por la forma en que dos estados eligen sus votos electorales. En todos los estados el ganador de las elecciones, aunque sea por un voto, se lleva todos los votos electorales en disputa, que se suman para intentar llegar a la mágica cifra de 270. ¿Todos? No. Dos estados se resisten a este sistema: Maine y Nebraska. Ambos se dividen en tantos distritos como votos electorales tienen, y quien gane en cada uno de esos distritos se lleva su correspondiente voto electoral.
En Maine, estado demócrata, se reparten cuatro votos electorales y tres de ellos irán para Kamala Harris y el cuarto para Trump, como lleva sucediendo desde hace muchas elecciones. Pero en Nebraska, estado republicano, los cinco distritos solían ir al candidato del partido de la derecha. Hasta que en Omaha y alrededores han decidido pensárselo mejor y ahora ese distrito en concreto está en disputa. Y si tiene lugar el escenario de la división entre norte y sur, el voto electoral de Omaha sería el número 270 para Harris.


