Da igual que Donald Trump estuviera cuatro años de presidente y que publicara un libro sobre sus técnicas de negociación hace casi cuarenta años. Seguimos picando siempre. Ahora le escuchamos decir que quiere comprar Groenlandia y recuperar el canal de Panamá y nos llevamos las manos a la cabeza, gritamos que hay que ver qué loco está este hombre y, sobre todo, nos creemos que eso es lo que quiere. Y no.
Las palabras de Donald Trump hay que tomarlas en serio, pero no literalmente. Así que cuando dice que quiere Groenlandia y el canal de Panamá debemos tomarnos en serio su interés y sus intenciones de hacer algo respecto a ambos asuntos, pero no que vaya a comprar la "tierra verde" propiedad de Dinamarca o invadir el país centroamericano para retomar el control sobre el canal. Además, Trump explicó hace casi cuarenta años que comienza las negociaciones exigiendo mucho más de lo que quiere y seguir y seguir insistiendo en ese objetivo maximalista hasta que consigue que en el otro lado de la mesa le ofrezcan algo
Estados Unidos, como potencia hegemónica, tiene interés en el Ártico por motivos geoestratégicos, principalmente, y controlar Groenlandia, donde ya tiene una base, le facilitaría alcanzar esos objetivos. Por otro lado, que después de devolver el canal a Panamá éste haya pasado a ser controlado por empresas chinas, con lo crucial que es ese paso para la economía estadounidense, es una debilidad que no se puede permitir. Pero naturalmente ha hecho su oferta inicial sin decirnos a nadie qué quiere realmente, que posiblemente sea una mayor presencia y con mayores garantías en Groenlandia y expulsar a los chinos del canal. Y negociará hasta conseguir lo que quiere.
Puede parecernos una técnica inapropiada para un jefe de Estado y especialmente para el presidente de un país de la importancia de Estados Unidos. Pero eso no significa que tomemos sus palabras al pie de la letra cuando después de tanto tiempo conociendo al personaje deberíamos saber ya que no es así


