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Naftali Bennett: La estrella de las elecciones Israelíes

Hace apenas un mes nadie sabía quién era y, a 24 horas de las elecciones israelíes se perfila como el socio de Gobierno de Benjamin Netanyahu. 

Hace apenas un mes nadie sabía quién era y, a 24 horas de las elecciones israelíes se perfila como el socio de Gobierno de Benjamin Netanyahu. 

Dentro de pocas horas, será difícil ver a Naftali Bennett tras la nube de micrófonos y flashes. Porque aunque las encuestas confirmen que Benjamin Netanyahu repetirá como primer ministro, el gran vencedor de las elecciones israelíes será, con toda probabilidad, este político de 40 años que ya puede ser considerado como la revelación de los últimos años.

Meses atrás, pocos conocían a este excomandante de la unidad de élite y empresario tecnológico de éxito, que desarrollaba su carrera política en un segundo plano y muy ligado al partido Likud. Pero todo se precipitó: la fundación de un nuevo partido, el abandono de la formación y el manto protector Netanyahu; y la victoria en las primarias de Habait Hayehudí ("Hogar Judío").

Benett, hijo de estadounidenses emigrados a Israel, irrumpió en campaña con la intención de renovar una formación que no era ni la sombra de lo que fue. Salir del rincón minoritario y ganar popularidad. ¿Qué es lo que ha hecho Bennett para lograr que el partido escale más de 13 escaños en intención de voto? Asumir las máximas clásicas de la ultraderecha israelí, con un estilo contundente que huye del doble lenguaje y las medias tintas, pero bajo un perfil más moderado y atractivo. En el terreno de las encuestas, no podría haberle ido mejor: Habait Hayehudí se perfila como la segunda fuerza política -por encima del Partido Laborista- y probable socio de gobierno de Benjamin Netanyahu.

El plan de Bennett

Bennett se desenvuelve con comodidad abordando los 'temas calientes' del conflicto con Palestina. "No va a haber un Estado palestino dentro de la reducida tierra de Israel... Simplemente, no va a suceder", ha zanjado en cada mítin y entrevista. En lo tocante a la cesión territorial, el excomandante aboga por recuperar el Plan Sharón, y anexionar unilateralmente el 60% de Cisjordania, minimizando el impacto que tendría en la comunidad internacional. "No acepto que sea ilegal según el Derecho Internacional", asegura, "el mundo no ha reconocido a Jerusalén como nuestra capital, o al Muro de las Lamentaciones, como parte de Israel, así que sería otra parte más que el mundo no reconoce". El líder de Habait Hayehudí quiere "enterrar" la solución de los dos Estados, y sólo deja espacio para una concesión: su plan – denominado The Israel Stability Initiative- daría autonomía local a las ciudades palestinas. "Todos queremos la paz pero hay que ser realistas. Mi generación no verá nunca un acuerdo", insiste.

Sobre las colonias, Naftali Bennett exhibe la misma contundencia: "No hay nada complejo en esta ocupación", señaló en una imprescindible entrevista en New Yorker. "No hay ocupación. La tierra es nuestra". Como antiguo representante de los colonos en el Consejo de Judea y Samaria, apadrinó su causa en cuanto venció las primarias del partido, y ya ha manifestado su interés por ocupar la cartera de Vivienda para influir en la política de asentamientos.

Pero el éxito de Bennett no se debe sólo a su proverbial sionismo. Además de las toneladas de carisma que todos parecen detectar en él, ha sabido -apoyándose en la rama originariamente laica del partido- mostrarse más moderado en las cuestiones puramente religiosas. "Apoyo el principio de vivir y dejar vivir en esto" es una de sus respuestas predilectas, coherente con su estrategia de ampliar el partido a los nacionalistas no religiosos. Nada es casual a la hora de proyectar su espíritu conciliador: lleva kipá, pero esta casado con una mujer laica. 

El empresario millonario ha invertido mucho en seducir a los jóvenes de la derecha, desde antes de liderar Habait Hayehudí. Con su anterior formación Israel Cheli ("Mi Israel") diseñó una poderosa campaña en las redes sociales, en las que mantiene una presencia constante en hebreo, inglés y francés. 

Molesto para (casi) todos

Antes de que el recuento confirme o desmienta las encuestas, Bennett ya tiene un logro que anotarse: se ha convertido en la piedra en el zapato de todas las formaciones. La izquierda le ve como un elemento que obligará a Netanyahu a radicalizarse si finalmente forman coalición, y la derecha religiosa acusa la transferencia de votos hacia una opción más moderada y atractiva.

"Quieren borrar la Torá, permitir matrimonios civiles y el transporte público en shabat", alertó el líder espiritual del ultraortodoxo partido Shas, que ha calificado a los votantes de Bennett de "infieles" y al partido de "una casa de gentiles". 

Bennett tiene a sus espaldas un gran número de vendavales. Quizás el más grave se produjo durante una entrevista en en Canal 2 con el periodista Nissim Mishal, quien le planteó qué haría en el caso de que, sirviendo en el Ejército como comandante, tuviera que dar la orden de evacuar un asentamiento judío. Era una perla que ponía a Bennett contra la espada y la pared, y le obligaba a elegir entre su obediencia al Ejército y su postura de apoyo férreo a las colonias. El terremoto llegó con su respuesta: "Si tengo una orden para evacuar a un judío de su casa, para expulsarlo yo, mi conciencia no me dejará hacerlo. Le pediría a mi superior que me disculpara, pero no puedo públicamente animar a otros a rechazar una orden". Sus matizaciones posteriores sirvieron de poco: Bennett había puesto en cuestión la autoridad del Ejército, apostando por la insubordinación a una de las instituciones más veneradas en Israel. Las críticas se multiplicaron, y Netanyahu avisó de que alguien que apostara por la desobediencia no tendría lugar en su Gobierno.

Tampoco su intención de enterrar la solución de los dos Estados le ha granjeado demasiados apoyos, al menos en la esfera pública. Desde Likud en particular, y desde las esferas de centro e izquierda en general, se ha alertado de los peligros que comporta el extremismo de Bennett en esta cuestión. A la Unión Europea no le ha gustado su plan de asentamientos, que en los últimos tiempos han contado con el rechazo frontal de Bruselas.

Benett tiene también dos requisitos no escritos que evidencian la relevancia que ha logrado en poco tiempo: un cotilleo y una parodia. El primero, tiene que ver con la etapa (2006-2008) en la que fue jefe de gabinete de Benjamin Netanyahu, cuando estaba en la oposición. La historia acabó mal, al parecer por esposa del actual primer ministro, Sara. Aunque él siempre ha rehúsado hablar al respecto, la prensa se ha regodeado en alguno de los detalles de lo ocurrido. Más conforme se mostró Bennett con su parodia en el conocido show Eretz Nehederet, que lo dibujaba como un extremista mesiánico que utilizaba la informática para volverse más cool. Hasta colgó una foto en Facebook

Fánatico, radical, conciliador o tibio. Nadie ha pasado por alto la oportunidad de pronunciarse sobre el líder de una formación que, hasta ahora, contaba con apenas tres escaños en la Knéset. Naftali Bennett ha echado un pulso al establishment de partidos, consiguiendo que todos prefirieran que no estuviera: Netanyahu estaría más cómodo pactando con los centristas de Yesh Atid, la derecha recuperando sus votos religiosos, y la izquierda laborista permaneciendo como segunda fuerza tras la coalición Likud-Beiteinu. Pero Naftali Bennett tiene intención de quedarse. En pocas horas se resolverá de qué manera. 

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