
Mi viaje alrededor del mundo me llevó a Chile en dos ocasiones, en mayo de 2022 y noviembre de 2023. Tras visitar países como Colombia, Argentina o Paraguay, la sensación en Chile es la de estar en otro continente. La diferencia entre los aeropuertos sucios y anticuados de Argentina y el moderno aeropuerto de Santiago de Chile no podría ser mayor. Uno siente que ha vuelto a los niveles de progreso a los que está acostumbrado en Europa.
No es para menos. Efectivamente, Chile fue considerado el país modelo del capitalismo en América Latina. En el Índice de Desarrollo Humano de 2022, ocupó el primer lugar de la región. Y en el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage de 2022, Chile estaba en el puesto número 20 a nivel mundial, por delante de Estados Unidos y del Reino Unido (aunque cayó ligeramente al 21 en 2024). Así, Chile se mantenía como el país más libre económicamente de América Latina. A pesar de estos éxitos, en octubre de 2019 se produjeron manifestaciones masivas y brotes de violencia que desembocaron en la elección del presidente socialista Gabriel Boric en 2021. Boric, que prometió enterrar el "neoliberalismo", gobierna en coalición con el Partido Comunista.
Para entender por qué los chilenos eligieron a un presidente socialista no basta con mirar los datos económicos, pues estos de hecho no desmienten sino que confirman el éxito del modelo liberal en Chile.
La respuesta está en el cambio de opinión pública. Chile es un ejemplo llamativo de un fenómeno que observamos en muchos países: con el tiempo, las naciones "olvidan" por qué llegaron a ser exitosas. Las élites económicas se concentran en sus negocios y dejan el terreno de la opinión pública a sus adversarios, que dominan las universidades y los medios. Allí, "los ricos" son cada vez más señalados como chivos expiatorios de los problemas sociales, y poco a poco una narrativa anticapitalista empieza a imponerse en el discurso público.
En Chile me reuní con el economista Axel Kaiser, el libertario más conocido del país. Según él, el odio a los ricos es una de las principales causas de los problemas actuales: —Sin duda, Chile es uno de esos países donde la retórica anti-ricos arruinó el progreso. Las cifras lo muestran claramente: entre 2014 y 2023, el crecimiento anual del PIB fue del 1,9 %, lo que equivale a apenas un 0,6 % per cápita. Las reformas antiempresariales del segundo gobierno de Michelle Bachelet redujeron la inversión, la creación de empleo y estancaron los salarios reales.
Aunque el diagnóstico del estancamiento económico es claro, sus causas son más profundas: una ideología basada en la revancha contra los ricos. El gobierno de Bachelet difundió con insistencia el mensaje de que los ricos no pagaban lo suficiente y promovió una reforma fiscal obsesionada con la desigualdad, orientada a que el 1 % financiara casi todos los nuevos ingresos públicos. Se prometieron a cambio mejores servicios de educación, sanidad, cultura, deporte, medio ambiente y pensiones. Pero la reforma fracasó: destruyó incentivos a la inversión, recaudó menos de lo esperado y dañó la confianza económica.
Los economistas Gonzalo Sanhueza y Arturo Claro calcularon que si Chile hubiera crecido al 3,8 % anual desde 2013, en 2023 la recaudación tributaria habría sido un 26 % mayor. Sin embargo, la izquierda chilena insiste en medidas fiscales punitivas que, en última instancia, pagan con menos oportunidades la clase media y los más pobres.
La paradoja chilena es evidente: por un lado, entre 1975 y 2015 los ingresos de los chilenos crecieron más que en cualquier otro país latinoamericano, la esperanza de vida pasó de 69 a 79 años y la movilidad social era la mayor de la región, como confirmó un informe de la OCDE en 2017. Por otro lado, pese a esos logros, mi encuesta de 2021 mostró un fuerte arraigo del sentimiento anticapitalista en el país. He recogido y analizado estos resultados en mi libro Los orígenes de la pobreza y la riqueza (Editorial Avance, 2025).
Entre el 30 de julio y el 9 de agosto de 2021, Ipsos MORI entrevistó a 1.000 personas en Chile. Las declaraciones a favor de un mayor papel del Estado recibieron un 23 % de aprobación, frente al 19 % que respaldó la libertad económica. Entre los menores de 30 años, las posturas promercado apenas alcanzaban el 19 %, frente al 26 % favorable al Estado. En los mayores de 60, en cambio, el apoyo a la economía de mercado (22 %) superaba al del Estado (19 %), quizás porque recordaban lo que significó el socialismo bajo Allende y cómo mejoró su vida con la liberalización posterior.
En Santiago, Maureen Halpern, del think tank liberal Libertad y Desarrollo, me llevó a recorrer el centro de la ciudad. Me advirtió que no lleváramos objetos de valor porque podíamos ser asaltados. Yo ya había dejado en casa mi reloj Cartier y viajaba con un modelo más sencillo en la muñeca. Juntos caminamos entre barricadas que cada viernes se levantaban por las protestas violentas de los anarquistas de izquierda.
Frente al Palacio de La Moneda se erige una gran estatua de Salvador Allende. Pese a haber arruinado al país en solo tres años de gobierno, sigue siendo un símbolo para la izquierda. El 11 de marzo de 2022, en su toma de posesión, Boric besó la estatua antes de pronunciar su discurso, un gesto claro para sus seguidores.
Otra cosa que me sorprendió fue comprobar que el "wokismo" no se limita a Estados Unidos o Europa. También en Chile la izquierda es "woke", como lo demuestra la bandera arcoíris que ondea de forma permanente frente al palacio presidencial, no solo en fechas señaladas.
¿Cambiará de rumbo el país austral? Las encuestas apuntan que las próximas elecciones arrojarán un giro hacia candidaturas de centroderecha, pero ya en el pasado hemos visto que no basta con que no gobierne la izquierda: lo importante es que las políticas adoptadas sean verdaderamente liberales, como lo fue durante mucho tiempo en el caso de Chile.
