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De la cárcel "de excrementos" a la esclavitud del "limbo jurídico"

Del alivio por abandono de las cárceles castristas, a la incertidumbre ante el futuro en España. Los disidentes desterrados no olvidarán el calvario vivido entre las rejas, pero manifiestan su pesimismo ante la situación en nuestro país: "Estamos en un limbo jurídico", alertan, "no somos libres".

Disidente cubano: "Vivíamos entre mierda y excremento"

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Del alivio por abandono de las cárceles castristas, a la incertidumbre ante el futuro en España. Los disidentes desterrados no olvidarán el calvario vivido entre las rejas, pero manifiestan su pesimismo ante la situación en nuestro país: "Estamos en un limbo jurídico", alertan, "no somos libres".

Sólo Ricardo González, Jose Luis García Paneque, Omar Rodríguez, Pablo Pacheco, Léster González y Julio Gálvez son conscientes de cuánto ha mejorado su situación desde hace 72 horas, cuando aún malvivían en una cárcel cubana. Pero el infierno no acaba con un techo bajo el que refugiarse lejos de la isla, y poder abrazar a sus familias. La incertidumbre del futuro que les espera de ahora en adelante nubla cualquier optimismo.

Así lo han manifestado este jueves en Madrid en una rueda de prensa seis de los siete disidentes, declaraciones que han sido un cruento testimonio de la realidad en las prisiones castristas, un cautiverio de auténtica pesadilla. Los motivos políticos por los que fueron encarcelados fueron equiparados con cualquier delito de sangre, lo que les obligó a compartir durante siete años celda con los presos comunes "más peligrosos", según narraba el periodista Ricardo González.

Explica que como presos de la "Primavera Negra" sufrieron una primera etapa de "mayor rigor" en el que la maquinaria represiva castrista se cebó con ellos, imponiéndole condiciones peores que las de los delincuentes comunes. Un precio demasiado alto por decir lo que pensaban. "A ellos les dejaban tener visitas de sus familiares cada dos o tres meses, y a nosotros cada cinco, y además no permitían que nos trajeran alimentos" recordaba González. Fueron ubicados en las prisiones más lejanas de sus ciudades, y con suerte, tenían una visita conyugal "como mucho, dos veces al año". El hacinamiento, hacer sus necesidades en un hueco, o vivir en cúbiculos de menos de dos metros sin luz, ha sido la realidad cotidiana durante demasiados años.

"Muchos enfermamos físicamente" afirmaba José Luis Paneque, que acarrea severas secuelas físicas: "Sabañones, y 40 kilos menos", entre otras muchas. "Las situaciones de higiene, de salud, de toda índole no eran pésimas, eran más que pésimas" decía  González, que remató: "Nosotros convivíamos con ratas, con cucarachas, con alacranes, y les voy a hablar claro como habla una persona cuando tiene que decir la verdad: con la mierda señoras, con el excremento". Un escenario dantesco: "Kafka no habría escrito algo peor".

Ante esta situación, su gratitud rebasa cualquier límite: "Se lo agradecemos a las organizaciones que han luchado por nosotros, a las Damas de Blanco, a los disidentes, y al apoyo de la prensa, que quiero dejar claro aquí", decía un emocionado González. Han querido evidenciar que este final del que ahora disfrutan: "Es una lucha que comienza con la muerte de Zapata, continúa con la huelga heroica de Guillermo, y con la labor constante de las Damas de Blanco y las ONG".

Cuando las ratas dejan paso a la incertidumbre

No obstante, la gratitud también tiene límites y no justifica todo. Que las condiciones de estos disidentes hayan mejorado sobremanera no les nubla la visión de su futuro. ¿Qué ocurrirá ahora?, se preguntan. Una vez desterrados en España, y hospedados en un hostal con "dudosas" condiciones, todos quieren tener claro bajo qué premisas se sostiene su asilo.

Julio César Gálvez considera que están condenados a "un limbo jurídico" porque según ha dicho "el ministerio del Interior no tiene nada decidido para nosotros... No somos libres, tampoco somos inmigrantes, ¿somos refugiados?". Jose Luis Paneque consideró que solo saben que "la solución se demorará un tiempo" porque para lograr el estatus de refugiado no solo hay que presentar la documentación, hay que esperar la decisión" por lo que "no podemos decir que hemos sido aceptados como refugiados, pero tampoco rechazados".

Sin ningún papel que acredite que ya no volverán a prisión, su indefensión se torna más que comprensible. La única certeza que manejan es la de la dictadura cubana: "ha expresado categóricamente" que no podrán volver a su patria, "sin un permiso para regresar a ella, entonces es que no somos libres", insistió Gálvez. Todos convinieron en que el sentimiento de libertad en nuestro país aún se antoja lejano.

Porque este éxito de la liberación es fácil que se torne en fracaso: "El fin del camino es que regresemos a Cuba sin riesgo a ser encarcelados, y la democracia. Si no, no habremos ganado nada" subrayaba González. ¿Su principal lucha?: "Que quien se quede en Cuba sea libre de verdad".

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