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De ministro a presidente

Ni dudo de su honorabilidad ni caigo en la mala costumbre de poner la mano en el fuego. Ni dudo de la legalidad de su situación profesional ni puedo dar por buena una norma que hace posible esta carambola. La paradoja es la siguiente: Rafael Arias Salgado, que jugó un papel fundamental mientras fue ministro de Fomento para que se establecieran las condiciones de competencia que al Gobierno le parecieron convenientes en el sector de la distribución, deviene (sin solución de continuidad, como antes decían en las retransmisiones deportivas) presidente de Carrefour.
Resultan apasionantes los planes de la firma, los resultados satisfactorios, la publicidad tentadora. Y hasta curioso cómo define Arias su papel en la empresa, como una especie de hada madrina que no se ocupa de los detalles sino de los grandes principios. Pero no parece de recibo que, después de haber defraudado a sus electores cambiando el acta de diputado por una mejor remuneración profesional, el ex ministro se coloque, sin solución de continuidad, insisto, en el otro lado de la pista.
Luego hay quien se extraña de la escasa confianza de los ciudadanos en los políticos, como si la culpa fuera de los ciudadanos con lo mucho que sus representantes trabajan.

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