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Alberto Míguez

No exit

Sorprende que, en plena refriega, matanza y masacre, Yaser Arafat se salga por los cerros de Úbeda y reconozca que las cosas se le han ido de las manos. Sorprende menos que Barak y su ministro de Asuntos Exteriores, Shlomo Ben Ami, digan que la culpa de esta nueva “intifada” la tienen Arafat y sus amigos. Las técnicas del calamar y del avestruz, la de culpar al otro de las torpezas propias, suelen dar malos resultados cuando arde Troya o Cisjordania.

Lo urgente es extinguir el incendio y después que vengan comisiones nacionales o internacionales a repartir las culpas y las responsabilidades. Lo importante es que las tropas de Israel dejen de disparar contra los manifestantes en Galilea y Gaza. Lo inaplazable es que los palestinos dejen de hostigar desde los tejados y los refugios al ejército y a la policía de Israel, que no son precisamente Hermanas de la Caridad.

A estas horas y alturas, la situación está bloqueada. No hay salida, pero deben buscarla los protagonistas directos. Sólo ellos y nada más que ellos: palestinos e israelíes. Y hacen muy mal los oficiosos de diversa nacionalidad y condición en meter su naricita resabiada en este estercolero sangriento. Con ciertas cosas no se juega.