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Enrique Coperías

Nuevos planetas

Para los cazadores de planetas se ha abierto la veda, y parece que de forma permanente. A las docenas de planetas que ya han sido detectados fuera de nuestro sistema solar hay que añadir los embriones planetarios que acaban de observar el equipo de astrónomos españoles. El hallazgo es singular por varios motivos. En primer lugar, se trata de la primera vez que los científicos han logrado ve con sus telescopios planetas en formación. Se trata de una imagen similar a la que podría haber captado una civilización extraterrestre de una galaxia lejana hace más de 5.000 millones de años, cuando el polvo cósmico de un suburbio del universo se condensó para formar partículas que, a su vez, se convirtieron en cúmulos de gravilla y pequeñas piedras metálicas y rocosas.

Éstas dieron lugar primero a pequeñas esferas, que después engrosaron para crear unos planetas minúsculos, denominados planetesimales. Un conjunto de ellos comenzó a reunirse a unos 150 millones de kilómetros del Sol. Este núcleo inicial arrastró los restantes plenetesimales hasta formar un planeta con una masa de 10.000.000.000.000.000.000 toneladas: la Tierra. Es posible que allí arriba, a mil años luz del sistema Orión, esté sucediendo algo parecido. Los planetas gigantes en formación, unas descomunales bolas incandescentes formadas por hidrógeno y helio, y ligeramente más masivos que nuestro Júpiter, tienen la peculiaridad de que se trata de cuerpos aislados, es decir, que no están bajo la dictadura de los campos gravitatorios de un sol, como sí ocurre con los planetas del Sistema Solar.

El origen de estos embriones planetarios es un enigma por resolver. Para los autores del hallazgo podrían haberse formado por simple fragmentación y colapso de nubes de gas, pero su gran masa constituye un desafío a la teoría astrofísica. Tan oscuro como su alumbramiento es su devenir. Las criaturas galácticas son tan jóvenes que nadie sabe dónde estaremos cuando alcancen la madurez.

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