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Enrique de Diego

Tan cobardes como asesinos

“No llevo armas, tengo un brazo destrozado, no disparéis”, de esa forma se entregaba Harriet Iragui Gurruchaga. Horas antes, con una pistola, asesinaba junto con Jon Igor Solana Mataranz, al médico Antonio Muñoz Cariñanos, indefenso, en su consulta. Las dos imágenes establecen la contraposición entre el asesinato y la cobardía, o lo que el asesinato tiene de cobardía en sí, y responde de forma plena a ese grito popular que ayer se repitió de “sin pistolas, no sois nadie”. Por la espalda, a traición, ante personas indefensas, matar es terrible pero fácil; es una cobardía moral. En enfrentamiento con la policía, frente a personas armadas, dos asesinos en serie demostraron cobardía física. Solana informó pronto de los pisos utilizados, y de la bomba-lapa puesta en el coche de un funcionario civil de la administración militar. Por si su herido compañero tenía alguna posibilidad de esconderse, Solana le dejaba sin escapatoria. La prontitud con la que sus pistoleros “cantan” hizo que, en un intento de justificación, la banda terrorista desarrollara en su día una estrategia de denuncia de malos tratos.

Los dos pistoleros del “comando Andalucía” -un comando con carácter itinerante ante el que se mantiene la hipótesis de que fuera el que actuara en Cataluña, y otro de cuyos miembros murió en la caravana de la muerte de Patxi Rementería- tienen una trayectoria común. Ambos provienen de las juventudes de Herri Batasuna, ambos se han educado en la violencia de la “kale borroka”, como una especie de filial juvenil del primer equipo del asesinato.

No tiene lógica que un Estado de Derecho asuma contar en su seno con una formación política cuya finalidad es educar en el asesinato y suministrar pistoleros a la banda terrorista. No tiene lógica que Herri Batasuna sea legal, porque no lo es, porque en buena medida, y especialmente en sus juventudes, responde a los criterios de una banda armada. La actual Eta está compuesta por los miembros de las ejecutivas anteriores de Jarrai. Y esa falta de lógica muestra que nuestro Estado de Derecho tiene aún déficits en el análisis del fenómeno del terrorismo, deudos del síndrome de Estocolmo que el nacionalismo trata de perpetuar, en esa esquizofrenia subyacente de Ábel y Caín (Jekyll y Mr. Hyde). Como no tiene lógica, o la tiene perversa, que el PNV de Arzalluz aspire a recuperar la “unidad de acción” con la cantera de los asesinos.

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