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Lo primero que sorprende a un observador europeo en los debates de los candidatos norteamericanos es el avance del consenso liberal. Es la distancia que va entre los niveles actuales de crecimiento de la economía norteamericana y los de las europeas, entre la fortaleza del dólar y la debilidad del euro. Hay algunas ideas nítidamente positivas asumidas como consenso social por los dos partidos: la burocracia no es un elemento dinamizador sino un peso muerto (Bush diaboliza a Washington D.C. y Gore presume de haber reducido el número de funcionarios) y el gasto público es un lastre que cuanto más se reduzca mejor.

La acusación fundamental de Bush a Gore es precisamente que estamos ante un derrochador que se muestra dispuesto a arreglarlo todo a golpe de talonario y repartir mercedes entre los diversos sectores de la población con el típico programa de supermercado. La de Gore a Bush es bien conocida: con su propuesta fiscal trata de favorecer a los multimillonarios, al 1 % de la población. Tal acusación sería letal en Europa, donde el complejo de culpa y los argumentos de resentimiento social tienen más amplios vuelos, pero no impresiona mucho a Bush que defiende el sano principio de la igualdad de todos ante la ley también en materia fiscal. Cuando Gore intenta discriminar o establecer cuotas, Bush se remite a que si una cosa se considera buena ha de extenderse a toda la población y si algo se considera malo o ilegal debe eliminarse para todos los ciudadanos.

Otro dato significativo es la introducción en el debate por parte de Bush del concepto de responsabilidad. Gore tiende a sugerir soluciones desde el gobierno federal, Bush desde la descentralización y el imperio de la ley, casi desde la mano dura: quien es irresponsable debe pagar. Gore quiere hacer más colegios y poner más profesores, Bush considera que si hay colegios con baja calidad educativa eso debe tener consecuencias, alguien debe ser responsable. Gore tiende a pensar que la iniciativa debe ser del gobierno federal, que puede arreglarlo todo, Bush insiste en la descentralización, el gobierno limitado y en que son los ciudadanos los que mejor saben cómo utilizar su dinero y los que tienen más claras las prioridades que los benignos planificadores de Washington. En algunos aspectos son dos mundos distintos pero hay elementos comunes de contrastación asumidos: debe haber menos funcionarios y menos gasto público.

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