Se queja el eurodiputado Mendiluce de que seguimos peleando en cada cumbre, y de que, al término de cada sesión de trabajo de jefes de Estado y de Gobierno de los Quince, cada participante se ve en la apremiante necesidad de proclamar que él ha ganado más que nadie. Cada responsable nacional asegura que ha mejorado posiciones por encima de los demás, que las facultades y atribuciones anteriores no sólo han sido respetadas, sino incrementadas. Gracias, naturalmente, a los argumentos de quien lo explica.
El eurodiputado también asegura que con tales comportamientos, que se aplican a poner en práctica por igual los dirigentes de Alemania que de Francia, de Portugal que de España, de Bélgica que de Luxemburgo, hacemos escasamente una Europa Unida; y más bien seguimos sumando una Europa de quince patrias que no demasiado tarde será una Europa de veintisiete o veintiocho patrias. Y todas decididas a pesar más que la vecina, y a pisar a ésta si es preciso.
¿Qué pasaría si, recién llegados de una cumbre, nuestros dirigentes se explicaran diciendo algo así: en bien de la unión de Europa, hemos renunciado a dar batalla alguna para estar adecuadamente representados en los ámbitos de poder de la Unión, y hemos delegado la defensa de nuestros legítimos intereses en las potencias amigas, que son las otras catorce restantes?
Locos, estos romanos...
Pelea de quince
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