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Federico Trillo no es responsable del síndrome de los Balcanes. Lo son mucho más Javier Solana y Eduardo Serra, pero el ministro de Defensa ha conseguido generar un caos informativo. O por la mejor de las intenciones --no generar alarmismo-- o por precipitación --evitar denuncias y escándalo--, ha confundido en reiteradas ocasiones a la opinión pública.

Primero estableció la doctrina de que nuestros soldados prestaban servicio en zonas libres de restos de bombardeos con uranio empobrecido. Esa afirmación de Trillo se demostró al poco tiempo falsa --hubo una tardía advertencia de la OTAN en 1999--, lo que genera un déficit de credibilidad respecto al desarrollo ulterior de los hechos. Luego, el Consejo de Ministros hizo público que la información OTAN se suministró por la vía militar y no llegó a los gobiernos --lo que parece grave--, y más tarde el general Pardo de Santayana insinúa que sí se trasladó a la vía política. Todavía desconocemos con exactitud --la democracia se basa en la transparencia, no volvamos a las andadas-- qué contenido tenía esa información y qué medidas se adoptaron.

Por los testimonios directos de los soldados se pueden extraer dos conclusiones: a ellos no se les informó nunca de nada ni se les recomendó medida alguna. Por de pronto, lo que parece un problema OTAN, con responsabilidad política de Javier Solana --la ineficacia de su gestión quedó demostrada en nuestro sistema educativo-- la torpeza del ministro ha conseguido hacerlo un problema del Gobierno.

Lo más chocante es que se ha establecido desde el principio no como hipótesis sino como tesis directa que no existe causa-efecto entre el uranio empobrecido y los casos de leucemia. Eso es estricto aventurerismo. Lo sensato hubiera sido suspender el juicio hasta la existencia de dictámenes de comisiones de científicos independientes. Luego, ha habido una serie de datos e indicios en contra de ese dogma, como los informes británicos o la decisión de la Marina inglesa de dejar de utilizar munición de uranio empobrecido. Además, está la existencia de casos de leucemia en miembros de varios ejércitos. Los casos españoles --como un guardia civil canario-- se están introduciendo en la estadística, dentro de la terrible normalidad de los porcentajes. Pero la población joven, bien preparada físicamente, que compone las fuerzas desplegadas, es cualquier cosa menos una muestra fiable del conjunto.

Establecer una hipótesis como tesis lleva a la kafkiana situación de que el teléfono de Defensa --el ministro ni ha tenido la sensibilidad de poner un número gratuito, el número es un 91 de pago-- es atendido por personal sanitario que parece programado para repetir la versión preestablecida: no existe el síndrome de los Balcanes luego usted no puede padecerlo.

Este pasar del causa-efecto al caos-efecto tiene su traslación internacional. Trillo aparece alineado con la secretaria de Estado norteamericana como un halcón atlantista. Como en el caso del submarino, parece ser últimamente una constante supeditar nuestros intereses --como manifiestamente lo es la salud de nuestros soldados-- a los de la civilización occidental, en lo que lejos de ser reflejo de gran potencia es manifiesto papanatismo, de forma que el occidentalismo rampante se acompaña del ocultismo, la precipitación en el juicio, el intento de imponer una conclusión a la opinión pública, y demás esquemas bananeros. Aunque el responsable primero y último es Javier Solana.

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