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Enrique Coperías

Un extraño dinosaurio

El nuevo dinosaurio hallado en Madagascar por los paleontólogos Cott Sampson, Matthew Carrano y Catherine Foster pertenece a un grupo de dinosaurios que reciben el nombre genérico de terápodos. Todos ellos eran carnívoros y caminaban erguidos sobre las patas. Entre estos bípedos se hallan dinosaurios como el Saltopus, un cazador de lagartos del tamaño de un gato doméstico; el Deinonychus, un pequeño y feroz reptil carnívoro que mataba a sus presas con una garra en forma de cuchillo; el Gallimimus, un dinosaurio-avestruz capaz de correr tan rápidamente como un caballo, o el Tyrannosaurus rex, el titán protagonista de la película de Steven Spielberg Parque Jurásico.

Basta pensar en cualquiera de estos dinosaurios para que la imaginación se dispare y nos transporte a un mundo dominado por terribles lagartos. Pero, a un profano en la materia le costaría creer que la majestuosa águila imperial, los elegantes cisnes, las gallinas que nos abastecen de huevos o el pavo que nos comemos en Navidad son los parientes actuales de estos terápodos carniceros. Muchos de los carácteres avianos, es decir, representativos de las aves, surgen durante el proceso evolutivo de este grupo de dinosaurios. No hay que olvidar que para muchos expertos, las aves son los descendientes directos de los dinosaurios, que fueron borrados misteriosamente de la faz de la tierra hace unos 65 millones de años.

Precisamente, al Masiakasaurus knopfleri, así lo han bautizado sus descubridores, le tocó vivir el ocaso de los de su estirpe. Al parecer, este dinosaurio de entre 1,6 y 2 metros de longitud habitó la isla de Madagascar en el cretácico tardío, hace entre 65 y 70 millones de años. Así pues, el Masiakasaurus fue testigo directo, junto a su compañero isleño de cacerías, el Majungatholus atopus, de la gran extinción que liberó a las aves y los mamíferos de la tiranía de los lagartos terribles.

Cabezón y colilargo, este extraño dinosaurio malgacho ha despertado el interés de la comunidad científica. Los paleontólogos se han quedado extrañados por el especial grado de especialización de sus mandíbulas y dentición. Efectivamente, el primer diente de la mandíbula inferior está orientado casi horizontalmente, proyectándose hacia delante, en lugar de hacia arriba, como sería de esperar. A esta pieza dental le siguen otras seis que, poco a poco, van enderezándose hasta disponerse verticalmente. Los dientes que vienen a continuación se orientan hacia atrás. Se trata de unos dientes únicos. Pero aquí no queda la cosa. Mientras que en los terápodos las últimas piezas dentales de la mandíbula son aplastadas y serradas, en el Masiakasaurus resultan ser más largas y casi cónicas, con puntas ganchudas y apenas serradas.

Para qué utilizaban este tipo de dentadura es un enigma, como reconoce Sampson. Una boca remotamente análoga a esta la podemos encontrar en ciertas especies de musarañas actuales y en un grupo de marsupiales sudamericanos llamados caenolestidos. Estos animales emplean su diente saliente para sujetar y desgarrar las presas de las que se alimentan, que son básicamente insectos. Esto hace pensar que el Masiakasaurus fue un depredador que también cazaba insectos, además de peces, lagartos, serpientes y pequeños mamíferos.

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