Menú
Julio Cirino

Para Castro, la mejor defensa es un ataque

El día domingo 4 de Febrero pasado, el embajador de la República Argentina ante La Habana estaba de regreso en Buenos Aires, llamado perentoriamente “en consulta” sin que pueda vislumbrarse aún una fecha para su retorno a Cuba. Con este hecho, las relaciones Argentino-Cubanas alcanzan su punto más bajo desde abril del año 2000, cuando Argentina votó a favor de una revisión, por parte de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, del status de los mismos y de la libertad de prensa en el país caribeño.

Los votos en el año 2000 no habían sido lo que Castro esperaba, ya que 20 pidieron la revisión, 14 fuero abstenciones y 18 países votaron en consonancia con Fidel. La postura Argentina (que en esos momentos estrenaba una nueva administración, integrada por una Alianza de partidos, donde Castro cuenta con no pocos admiradores) fue en cierto sentido una desagradable sorpresa para el líder isleño, que por alguna razón aguardaba un cambio en el voto Argentino, esperando cuanto menos una abstención, para romper una tendencia condenatoria hacia el gobierno cubano que se había mantenido durante casi toda la administración de Carlos Menem.

Este año, el voto en la Comisión de Derechos Humanos se presenta muy difícil de predecir. Salieron de la misma Chile y El Salvador para dar lugar a la entrada de Uruguay y Costa Rica. Hay en este momento tres abstenciones que se consideran prácticamente seguras: Colombia, Brasil y Ecuador; dos países votarán en contra de cualquier resolución, Fidel y su alter ego Hugo Chávez. Costa Rica y Guatemala, casi con seguridad votarán a favor de los relatores.

El problema para Fidel estriba en aquellos países que aún no dieron a conocer su posición, entre ellos, Argentina, Uruguay, México y Perú. Si algo puede decirse respecto de las virtudes de Fidel Castro es que siempre fue coherente consigo mismo; y si en el pasado utilizó el exabrupto, la presión pública y aún la intimidación física en alguna conferencia cumbre, con resultados favorables, por qué no hacerlo de nuevo.

Como Fidel además no improvisa, la primera señal que la operación estaba en marcha (señal que pasó, en su momento casi inadvertida) afloró a finales de enero en Santiago de Chile, cuando en un evento de la Internacional Socialista al que asistían el Presidente de Chile, Ricardo Lagos y el ex presidente de Argentina, Raún Alfonsín, el embajador cubano en Santiago leyó un durísimo discurso en el que señalaba como “serviles y arrastrados” a todos aquellos países latinoamericanos que votaran en discrepancia con su país (un verdadero modelo de respeto por la pluralidad de ideas ).

La segunda fase de la operación “meter miedo” estuvo a cargo del propio Fidel Castro, quien en la clausura de un ignoto “Tercer Encuentro Internacional de Economistas” celebrado en La Habana durante la primera semana de Febrero, en el transcurso de la presentación de clausura del mismo, donde Fidel habló durante seis horas, lanzó un ataque a fondo contra la República Argentina haciendo un pormenorizado análisis de la situación socioeconómica del país (desde la singular óptica de Fidel) para concluir puntualizando que si Argentina se atrevía a votar “en contra” de Cuba, esto sería “lamer la bota de los yankis”.

La inmediata reacción de la Cancillería Argentina fue el llamado al Embajador al que aludíamos al comienzo de estas líneas, y la presentación de una nota formal de protesta entregada al embajador cubano en Buenos Aires, la que luego sería rechazada. Pero dos hechos más dejarían bien en claro que el incidente no fue fruto de la irreflexión, o de una supuesta connivencia entre Buenos Aires y Washington descubierta hábilmente por Castro, sino que se trató de una acción calculada y medida paso a paso.

El dia miércoles 7 de Febrero, el embajador de cuba en Buenos Aires, convocó a una conferencia de prensa (que se convirtió en un soliloquio, mansamente aceptado por los asistentes, ya que remedando a su jefe no admitió pregunta alguna) en la que básicamente sentenció: “No hay nada que desmentir o justificar” personalizando además su ataque contra el Canciller Argentino de forma totalmente inapropiada en los usos diplomáticos. Pocas horas después seguiría desde La Habana el propio Canciller de Cuba refrendando lo dicho por su embajador y señalando que este había reflejado cabalmente la posición de su gobierno.

Así las cosas Argentina optó por mantener a su embajador en Buenos Aires y no expulso al arrogante embajador de Cuba, quien quedó en Buenos Aires, tal vez pensando que la actitud Argentina le privó de una “heroica” recepción en La Habana. Mientras tanto Argentina, con apoyo del Grupo Latinoamericano, pasó a presidir la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

Fidel Castro se apuntó dos éxitos con toda esta maniobra, en primer término logró crear una enorme confusión respecto de la supuesta “condena” a Cuba, que no es tal, por cuanto la Comisión de Derechos Humanos vota sobre un documento (que aún no existe) y que eventualmente llama a la designación de dos “relatores” que serían invitados a la isla para luego informar a la Asamblea. En segundo lugar Fidel le cambió el foco a la discusión. Del estado de las libertades y los derechos humanos en la isla, nadie habla más, todo se centra hoy en Fidel y sus exabruptos.

En Internacional

    0
    comentarios