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Los atentados de Roses (Girona) y Gandía (Valencia) tienen como objetivo directo dañar los intereses turísticos y conseguir repercusión internacional en vísperas del periodo vacacional de la semana santa. No se debe olvidar, por un lado, que una de las convicciones de Eta es que cuanto peor le vaya al Estado español mejor para ellos y, por otro, que el turismo es una de las bazas utilizadas con frecuencia para conseguir notoriedad.

El operativo de ambos atentados no sugiere la existencia de un comando estable en Cataluña o en la zona mediterránea. Todos los datos apuntan a la utilización de Francia como zona operativa, más que como “santuario”. Ello pone de manifiesto las deficiencias de la colaboración francesa, que parte del principio de que el terrorismo es un problema interno español en cuya erradicación París colabora, pero no sin que sea cuestión de orden público interno. De esa manera, el explosivo ha sido robado en Francia, lo mismo que los coches, y una de las posibilidades más claras es que un comando itinerante haya puesto los coches bomba ante los hoteles, para lo que es precisa una información muy suscinta, y haya vuelto a sus cuarteles permanentes. La cuestión es preocupante porque indica que la banda terrorista tiene infraestructura en Francia superior a la que hasta el momento se pensaba.

También indica que estas elecciones vascas van a estar muy marcadas por el terrorismo, y que la banda ha asumido el incremento del terror como una estrategia estable, al margen de quien esté al frente en cada momento. Ahora mismo, la banda estaría dirigida en el ámbito político por Mikel Antza y en el de los comandos por Olarra Guridi, y no entra dentro de sus esquemas ningún tipo de tregua. El robo del explosivo ha sido un desastre en la lucha contraterrorista, y debería llevar a un replanteamiento de la colaboración francesa, que pasara del actual esquema pasivo a una postura activa. ¿Cómo tienen los franceses sin ninguna vigilancia los depósitos de explosivos?.

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