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Decía Karl Popper que las dictaduras son intrínsecamente malas porque convierten el ejercicio de la responsabilidad en un acto de suicidio. La alcaldesa de Lasarte describe una situación de dictadura con derivaciones que van más allá de los comandos. El pleno del Ayuntamiento de Lasarte de condena del asesinato de Froilán Elezpe es una clara muestra de que quienes viven más de cerca tan terrible problema consideran que en las sedes de Eh se desarrollan labores logísticas directamente relacionadas con los asesinatos, que son comandos legales. La propia Ana Urcheguía explica el clima de preocupación previo respecto a la seguridad de los ediles por la aparición de pintadas y de llamadas intimidatorias, lo que indica una actuación coordinada en la que los límites del entorno etarra aparecen difusos o son inexistentes.

Una de las medidas derivadas de este asesinato será que todos los cargos del PSE llevarán escolta. Aunque sea una norma de prudencia, lo que hacía Froilán era reivindicar la normalidad. Es absolutamente anormal que todos los cargos de la oposición hayan de ir escoltados (los del gobierno nacionalista, no necesitan protección), que ejercer la libertad de pensamiento implique un riesgo para la vida, como es absolutamente normal y anormal al mismo tiempo que entre el 40 y el 50 por l00 de los vascos tengan la prudencia de no manifestarse en una encuesta.

Todo esto es, desde luego, un fracaso notorio del nacionalismo, que está costando muchas víctimas. El terrorismo se ejerce en nombre del nacionalismo. El entorno etarra ha sido financiado esta legislatura por los presupuestos públicos. Vuelvo a Popper, el asesinato de Froilán, como los anteriores, es la contrastación de que en nombre de una ideología se asesina y eso afecta a la ideología en cuanto tal, pone en la pista de que hay algo en la doctrina que, en ciertas condiciones, en dosis máximas, produce patentes asesinos y psicópatas de una infinita cobardía.

Una democracia no puede basarse en el derecho de resistencia frente al totalitarismo, y al heroísmo de personas cuya vida pende de un hilo desde la mañana hasta la noche. Ninguna democracia puede consentir en su seno una banda organizada o un partido político que actúe como tal, y me parece que ese “unos informan, otros aprietan el gatillo, otros lo consienten y todos son cómplices” de la alcaldesa de Lasarte se refiere a Eh. Y si eso es así, y lo es, algún día, dejándose de falsos progresismos, y de buenas palabras ante las víctimas, habrá que asumir el debate de que no puede ser legal lo que no lo es: un partido que presta su concurso al asesinato no puede ser legal y utilizar para el crimen los beneficios del sistema. No que no lo condena, sino que puede generar el clima de amedrentamiento previo, el clima psicológico para el crimen e incluso pasar la información. No se puede convertir el ejercicio de la responsabilidad en un acto de suicidio porque eso es ya aceptar la dictadura de los matones, opinen lo que opinen sus aliados, Arzalluz y su acólito Ibarretxe.

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