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Andrés Benavente

Castro y la izquierda americana

Ante la proximidad de que en Naciones Unidas se trate el problema de las violaciones a los derechos humanos en Cuba, la izquierda latinoamericana comienza a tener posiciones diversas, contradictorias entre sí.

En México, por ejemplo, numerosos intelectuales de izquierda enviaron una carta al Presidente Fox solicitándole que la delegación mexicana asumiera una postura consecuente "con la gravedad de las sistemáticas violaciones a las garantías individuales que sufre el pueblo cubano". Entre los firmantes se encuentran los escritores Angeles Mastreta, Laura Esquivel y Carlos Monsivais. El gobierno desestimó la solicitud pesando más en su balanza la oportunidad de incrementar las inversiones y negocios de capitales mexicanos en Cuba.

Es curiosa la relación que ha existido, durante cuarenta años, entre los gobiernos de México y el régimen castrista. En el largo reinado del PRI se apoyó siempre a Castro, como una forma de silenciar a la izquierda latinoamericana evitando denuncias respecto del carácter autoritario y no democrático del sistema político mexicano. A partir de los setenta, la autocracia conservadora del PRI volvió a vestirse del ropaje de izquierda a dar un caluroso pero interesado apoyo al exilio chileno y a la familia de Salvador Allende.

Hoy cuando es el Partido de Acción Nacional quien gobierna el país y avanza en un proceso de democratización política y de liberalización económica, se sigue respaldando a la dictadura de Castro. Solo que ahora las razones no son de orden político sino de tipo comercial.

En Chile, el Partido Socialista ejerce presiones sobre el gobierno del Presidente Lagos a fin de que se rechace cualquier condena a Cuba en Naciones Unidas. En esta conducta hay una mezcla de motivaciones: de un lado, el régimen castrista les dio claro apoyo tras la caída de Allende, y varios de los dirigentes exiliados de ayer tienen hoy negocios en la isla del Caribe.

Chile tiene, sin embargo, una poderosa razón para apoyar una condena a Cuba. No solo porque viola los derechos humanos de sus ciudadanos disidentes, sino porque todavía Castro sigue apoyando al terrorismo internacional, pese a que pretende vender una imagen distinta en los foros a los que asiste. En efecto, se encuentran en su territorio quienes asesinaron en 1991 al senador Jaime Guzmán, líder del opositor partido Unión Demócrata Independiente, entre ellos el jefe operativo del Frente Manuel Rodríguez, Mauricio Hernández Norambuena. Castro busca convencer al gobierno de Lagos que él mantiene a dicho grupo armado "a raya" ofreciéndole refugio a su dirigencia a cambio de no actuar en contra del sistema institucional chileno.

Como se ve, en uno y otro escenario los perdedores son las víctimas de las violaciones de los derechos humanos en Cuba y potencialmente en todo el mundo por cuanto estos derechos pasan a ser relativizados por conveniencias políticas o comerciales que subrogan a los principios éticos fundamentales.

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