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Jorge Salaverry

¿Vuelve el sandinismo?

La firma costarricense Cid-Gallup hizo el mes pasado en Nicaragua una encuesta para examinar el sentir popular, de cara a las elecciones generales programadas a realizarse el 4 de noviembre. El hallazgo más relevante de la encuesta es que el izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) tiene posibilidades reales de ganar esas elecciones en una sola ronda.

La encuesta señala que si las elecciones presidenciales se hubieran realizado el mismo día que ella se hizo, los resultados serían los siguientes: en primer lugar el candidato del FSLN, Daniel Ortega, con el 26 por ciento de los votos, y empatados en segundo lugar Enrique Bolaños y Noel Vidaurre, del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), actualmente en el poder, y del Partido Conservador (PC) respectivamente, con el 21 por ciento de los votos cada uno. El restante 32 por ciento de los encuestados se dividió entre los que dijeron que no votarían, los que no gustaron de ninguno de los candidatos, los que no sabían por quien votar y los que no respondieron.

El punto importante es el siguiente: si se descarta ese 32 por ciento que por una u otra razón no “votó”, el número de votos recibidos por los tres candidatos se convertiría en el 100 por ciento de los votos emitidos, y en ese caso, el porcentaje que hubiera recibido Ortega ascendería al 38 por ciento, mientras que el de Bolaños y el de Vidaurre hubiera sido del 31 por ciento cada uno. ¿El resultado de eso? Que el Frente Sandinista, con Daniel Ortega a la cabeza, habría regresado al poder político de Nicaragua en una sola ronda y con tan sólo el 38 por ciento de los votos. Eso hubiese sido posible debido a que la Constitución actual establece que el candidato que en primera vuelta obtenga un 35 por ciento de los votos gana la presidencia, siempre y cuando el candidato que obtenga el segundo lugar quede a 5 puntos porcentuales o más de distancia del primer lugar.

La posibilidad de que alguien pueda ganar la presidencia con un porcentaje tan bajo del voto popular se debe a una reforma constitucional que negoció el año pasado el presidente Arnoldo Alemán, del PLC, con el líder sandinista Daniel Ortega. Sabiendo Ortega que la única posibilidad que ellos tienen de ganar la Presidencia de la República es si lo hacen en una sola ronda debido a que las fuerzas políticas democráticas, que en conjunto hacen mayoría, se unirían en una segunda vuelta para impedirle el triunfo, necesitaban entonces reducir a toda costa el porcentaje constitucional establecido de un 45 por ciento a un 35 por ciento. Arnoldo Alemán accedió a esa reducción a cambio de que se reformara también la Constitución para que de manera automática se le conceda a él un escaño en la Asamblea Nacional, una vez que deje la presidencia.

En las negociaciones entre Ortega y Alemán, el primero demostró más astucia que el segundo porque con una nueva Ley Electoral, que también acordaron, Ortega logró dividir a las fuerzas democráticas en dos grupos, liberales y conservadores, lo que facilita aún más su retorno al poder. Sólo una alianza electoral entre liberales y conservadores puede desde ya reducir las probabilidades de un triunfo electoral sandinista. Prueba de ello fueron las elecciones para alcalde de Managua del año pasado, cuando liberales y conservadores en conjunto obtuvieron 840,710 votos, en tanto que el Frente Sandinista obtuvo sólo 617,921 votos.

Pero esa superioridad numérica del voto democrático se torna irrelevante si concurre dividido a las elecciones. De ahí que las dirigencias liberales y conservadoras tengan un reto histórico para preservar la incipiente democracia nicaragüense. No será nada fácil lograr la unión de ambas fuerzas, pero si los dirigentes de esos partidos deponen ambiciones y actitudes egoístas, es posible lograrlo. El pueblo nicaragüense lo agradecerá. Los líderes del PLC y del PC tienen la palabra.

© AIPE

Jorge Salaverry es miembro del Consejo Editorial del diario La Prensa y corresponsal de AIPE en Nicaragua.

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