La ministra Celia Villalobos ha llevado el intervencionismo a ese límite de la estupidez que es la negación de la realidad. Es obvio que Villalobos precisa recuperar protagonismo, a lo que es mucho más dada que a la gestión, porque su presencia en el gabinete es el fruto de su amistad con el presidente del Gobierno y de la resistencia de éste a percibir que su ejecutivo lleva tiempo necesitando reajustes que le den esplendor y le resten mediocridad.
¡Es magnífico que eliminando el tabaco del IPC pueda subirse su precio sin que ello tenga efecto alguno sobre la inflación!. La ignorancia es atrevida pero resultaba difícil imaginar que tanto. Hemos de suponer que la estadística sirve para reflejar la realidad y no para detectar los deseos de los políticos incompetentes.
Según las últimas intervenciones de José Folgado, quien también sigue esta senda de descubrir la pólvora, y atendiendo a la revolucionaria propuesta de la Villalobos, bastaría con que cada mes se sacara del IPC los productos, bienes o servicios que osaran romper las beatíficas intenciones de los ministros para que obtuviéramos un IPC políticamente correcto, que daría gloria el verlo. Algo similar se está haciendo en la educación con muy buenos resultados: basta con no suspender a nadie para eliminar el fracaso escolar. No se entiende cómo no pone Aznar a su ministra al frente de la Economía para acabar en horas veinticuatro con el paro: bastaría con eliminar a todos aquellos parados fumadores o de manera más simple a todos los que hacen cola en el INEM para que todo estuviera resuelto. ¡Pleno empleo por decreto!.
Convirtamos la estadística en un malabarismo o que cada ministro las haga en su despacho a tenor de los objetivos de su plan quinquenal, y que luego el CESID le pase las reales al presidente del Gobierno para que al menos alguien tenga idea de la verdad.
Por supuesto, subir el precio del tabaco a las bravas para acabar con el bolsillo de los fumadores, que pueden ser viciosos pero pobres -eso da lo mismo, para quien como la Villalobos gusta de entrar en los temas como elefante en cacharrería- no generaría un mercado negro de contrabando, fortaleciendo las redes que luego se utilizan al tiempo para la droga. Eso no sucedería nunca porque la ministra no lo desea y punto.
Mientras el PSOE oscila hacia el liberalismo en política fiscal, el gobierno de Aznar hace exhibiciones de estupidez superlativa. No es extraño que Jordi Sevilla haya conseguido que coincidan Alfonso Guerra y Cristóbal Montoro. Lo del primero era esperable, lo del segundo parece más chocante porque antes de llegar a ministro se pretendía liberal, pero quizás sea incompatible con ser ministro. Claro que, según la fórmula Villalobos, el equilibrio presupuestario cero es lo más sencillo del mundo: basta con quitar los gastos que descuadren las cuentas o aumentar los ingresos. Las nuevas tecnologías han mejorado mucho las antiguas gomas de borrar. Aznar, menos villalobos caperucita, y más seriedad.
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