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Diana Molineaux

No le podía haber ido mejor

El presidente Bush se encuentra ya de regreso en Washington y mientras los comentaristas y políticos analizan su primera gira por Europa, sus rivales demócratas no pueden ocultar una cierta decepción. Bush ha superado la prueba mejor de lo que habían vaticinado y no les da material para nuevas burlas ni para lamentar las consecuencias de su intransigencia.

A pesar del análisis condescendiente de que sus interlocutores trataron de quedar bien y evitaron choques, no han podido ocultar los comentarios favorables en algunos medios europeos, como el periódico francés "Libèration", de que Bush no es ni el payaso ni el vaquero tejanos que presentaban las caricaturas de prensa.

Igual que en la campaña electoral, Bush se ha beneficiado de las bajas expectativas que suscita, pero difícilmente le podía haber salido mejor. Los conservadores se felicitan porque no ha cedido ni en Kioto ni en el escudo espacial, pero al mismo tiempo ha podido mantener el diálogo con los aliados europeos y, especialmente, con el presidente ruso Vladimir Putin.

En la reunión con Putin, el plato fuerte de este viaje, los demócratas predecían un choque por el deseo de Bush de eliminar el Tratado ABM, pero Putin se subió al carro de la amistad y la cooperación y no cerró ninguna puerta. Aunque tiene entre los senadores demócratas unos aliados indirectos que se empeñan en cortar el camino a las propuestas de Bush, Putin pareció más interesado en ganarse la buena voluntad de quien puede ayudarle a desarrollar su economía.

La reunión Putin-Bush no fue más que un primer contacto para tomarse mutuamente la medida, y los avances se conseguirán o fracasarán en las conversaciones de fontaneros. Pero en estos momentos no se podía esperar nada más que lo conseguido por Bush, quien lo ha tenido más fácil con Polonia y con Rusia que con los aliados tradicionales que son Francia y Alemania.

Los dos presidentes se preparan ahora para sus próximas reuniones, la primera en Italia y las siguientes en sus respectivos países, a los que se han invitado mutuamente para la "nueva era" entre Rusia y Estados Unidos, tan nueva como sus personalidades: el tandem Clinton-Yeltsin, dos personajes sin autocontrol y famosos por sus veleidades eróticas y alcohólicas, no podía ser más diferente del abstemio y piadoso Bush junto al taciturno Putin, quien jamás eliminará el plomo que su pasado de espía ha acumulado en sus pies.

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