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Alberto Míguez

¿Quién le pone los grilletes a Menem?

El ex presidente de Argentina Carlos Saúl Menem se ha convertido hace unas horas en el primer ex mandatario contra el que se dictó la prisión preventiva acusado de “asociación ilícita” por haber firmado una venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia, pasando por Venezuela y Panamá. Menem es legalmente un anciano (tiene más de setenta años), de modo que no podrá ser encarcelado en ninguna prisión federal ni le pondrán las esposas ante un juez por mucho que el magistrado se empeñe. Este anciano prisionero tiene mucha marcha y creer que la cosa terminará con un brindis al sol del juez Jorge Urso, no deja de ser una ingenuidad.

Para bien o para mal (más bien para mal) Menem sigue siendo uno de los líderes políticos argentinos más apreciados y respetados. Si mañana hubiera elecciones presidenciales, Menem ganaría por goleada. La torpeza e incompetencia de los radicales en el poder encabezados por don “Frenando de la Duda” (Fernando de la Rúa) han convertido a este imputado de lujo en un valor en alza. Son muchos los que creen que la prisión preventiva recientemente dictada contra Menem con una serie de medidas restrictivas a su prisión domiciliaria que rozan el ridículo (no podrá ver a más de dos personas juntas) constituye ni más ni menos que una venganza del poder ejecutivo contra este político que dejó huella en Argentina.

Se trataría ahora de aniquilar al futuro candidato del 2003 y, de paso, castigar a sus más íntimos colaboradores (el ex ministro de Exteriores, Di Tella, el general Martín Balza, el ex ministro de Defensa Ernán González, etc) para que vayan aprendiendo. El presidente De la Rúa no ha tenido más ocurrencia que declarar su respeto “irrestricto” a las decisiones de la justicia cuando conoció la prisión preventiva. Cuando un jefe del Estado pronuncia este tipo de frases ya se sabe que está pidiendo árnica: a los políticos, a los jueces y, sobre todo, a las fuerzas que se encuentran detrás de los inculpados. De la Rúa anda perdido: ha perdido los papeles y puede perder su corona como le sucedió a uno de sus correligionarios, Alfonsín, símbolo de la idiocia política porteña.

Las fuerzas que respaldan a Menem no son despreciables. El justicialismo, es decir, su partido, sigue siendo la organización política más poderosa de Argentina que, además controla, la estructura sindical y no pocas provincias a través de sus gobernadores. En un tristrás puede paralizar al país e alumbrar muchas hogueras en toda la República. El desastroso gobierno de De la Rúa y Cavallo, lo permiten y facilitan. Menem puede, si quiere, colocar al presidente de la República en una situación delicada por mucho respeto irrestricto que tenga el capitidisminuido a la justicia y a los jueces justicieros.

Ponerle las esposas o los grilletes a Menem es una operación arriesgada que puede llevarse por delante al propio presidente y al ejecutivo. La estabilidad argentina depende, le guste o no a De la Rúa, del humor y la sensatez del prisionero. Si se incomoda, puede arder Troya.

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