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Enrique de Diego

Las mentiras de Ibarretxe

El nacionalismo es una excrecencia reaccionaria del siglo XIX, que sobrevive en el País Vasco por la hibernación que se produce en las dictaduras, por la corrupción moral del catolicismo vasco que se ha transferido a un compromiso político pagano y totalitario y por el abrumador control mediático que mantiene el PNV sobre la sociedad vasca. Pero intelectualmente es irrelevante y simplista.

Para esconder sus carencias utiliza de manera constante y habitual la mentira. Es lo que púdicamente se conoce o cita como ambigüedad, pero no es otra cosa que la incapacidad para diferenciar entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal. El proceso de corrupción moral, de relativismo es muy acentuado en el PNV.

Un ejemplo de ello ha sido el debate de investidura de Ibarretxe, cuya mentira pasa por el mismo hecho de que se supone un debate libre, cuando todos sus opositores constitucionalistas están amenazados de muerte, van con escolta y tiene mermada su libertad de expresión. Los nacionalistas no llevan escolta. No hay igualdad de oportunidades. El debate está en la coacción y la libertad vigilada. Engallarse desde esa premisa es una cobardía moral e Ibarretxe abundó en tal estilo.

Sus referencias al diálogo pueden engañar a parte de una sociedad bombardeada por la propaganda cutre y pseudoreligioso del nacionalismo con ese esquema de ellos y nosotros, o con chorradas del calibre de considerar que hay un discurso “de Madrid” o de “Euzkadi”, como si el hecho de que Kant pensara en Kónisberg fuera lo determinante y las piedras dieran categoría moral, bueno o malo, a un pensamiento. El diálogo del PNV es, en términos intelectuales, un diálogo para besugos. Una forma harto curiosa en la que se diaboliza al interlocutor, se le arremete, se le insulta y luego se le considera intransigente si no acepta criterios que el mundo civilizado ha superado hace tiempo.

No hay calidad de vida en una sociedad, salvo desde el más abyecto relativismo, cuando la mitad de ella está amenazada, cuando ejercer la oposición es una forma de heroísmo. Una sociedad así está enferma...de nacionalismo. Porque es el nacionalismo el problema.

Por supuesto, Ibarretxe y su partido han estado con los verdugos y han gobernado con ellos y gracias a ellos. Ni las presuntas buenas intenciones modifican el criterio moral sobre un hecho tan amoral e inmoral.

La Europa actual no tiene sitio para tales políticas de campanario e imposición. Ni tampoco para los privilegios que, gracias a la idea de España como sociedad abierta y tolerante, gozan los vascos. La sociedad vasca es inmadura en cuanto que hay un fenómeno totalitario de violencia y está gobernada por un partido cuyas raíces son tan xenófobas y totalitarias, que contemplan la prohibición del castellano y la expulsión o discriminación de los “maketos”.

Es la idea de España como sociedad libre la que mantiene y ampara la libertad en el País Vasco, y la que actúa de dique frente a la voluntad impositiva del nacionalismo. No es ser de centro, ni estar en la centralidad, estar equidistantes de Eta y del PP. Utilizar a Eta y Batasuna para centrarse es una de las más groseras mentiras de Ibarretxe, lo que le convierte en un ejemplo de inmoral relativismo.

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