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Lucas Soler

De regatas y regatillas

Las regatas de Mallorca son esos acontecimientos sociales y deportivos que aprovechan algunas grandes empresas de tabaco, perfumería, azulejos cerámicos, automóviles o bebidas alcohólicas, para apadrinar veleros bergantines, con el noble propósito de que su imagen de marca cruce primero la meta y obtenga así un poco de publicidad gratuita en los medios de comunicación. En esta estrategia comercial por la bahía de Palma es fundamental la presencia de famosos de relieve que accedan a exhibir en sus polos y bermudas el logotipo del patrocinador del barco.

Una conocida empresa azulejera está rentabilizando muy bien su participación en las regatas al contar como grumete de su embarcación con Antonio Banderas, que se ha dejado una barba poblada de canas para parecer el veterano marino de "El viejo y el mar" de Hemingway. Su imagen y la de los azulejos patrocinadores también se benefician del incondicional apoyo de Melanie Griffith,
que al igual que la reina Sofía, prefiere seguir las regatas desde la cubierta de un yate. Mientras Banderas transita apresurado por la proa de la embarcación que patronea su hermano Javier, Melanie ofrece a los fotógrafos una generosa regatilla, aunque algo cuarteada por los efectos del sol y el inexorable paso de los años, tanto en sus días de mar como en sus noches de fiesta.

Convertidos como las ensaimadas en un clásico del verano mallorquín, Antonio y Melanie cenaron hace unos días con el Rey y las tripulaciones de sus barquitos de papel couché. Aunque el protocolo dicte lo contrario, Don Juan Carlos inclinó el cogote ante la candorosa Melanie (y su regatilla) para darle un caballeroso beso de mano como bienvenida en el restaurante.

Las imágenes del matrimonio Banderas en su idilio mallorquín merecen ser analizadas en sus detalles más nimios. Mientras Antonio sólo luce el logotipo de la empresa para la que navega en horas de faenar por las aguas, Melanie lleva tatuado en el bíceps el nombre de Antonio dentro de un corazón. El indeleble tatuaje puede ser leído como un juramento de fidelidad eterna, pero también como un logotipo de empresa familiar. Otro detalle curioso, pero no menos significativo, es el carácter magnánimo del Ayuntamiento de Málaga, que ha nombrado hijo predilecto a Antonio Banderas mientras veranea en Mallorca. Al parecer, las autoridades municipales no tienen en cuenta que su hijo pródigo prefiera promocionar el turismo de las Baleares en vez de hacer campaña por los chiringuitos y playas de su ciudad natal. Un detalle de generosidad con cierta rentabilidad política.

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