Menú
Diana Molineaux

Armas de la nueva guerra

La declaración del presidente Bush de que el ataque del martes "fue mucho más que un acto terrorista, fue un acto de guerra" no se puede tomar como una simple frase retórica. Este presidente de pocas palabras y que trata de dar un aire de normalidad al país en estos momentos ha de estar pensando en utilizar nuevas armas propias para destruir la amenaza terrorista.

De ser así, pondría fin a los 25 años iniciados durante la presidencia de Jimmy Carter en los que el país se permitió el lujo de encargar las operaciones de espionaje a la tecnología y la electrónica que, si no pueden cometer delitos, tampoco saben interpretar. Quizá el mayor exponente de esta política de alta moralidad política es la ley aprobada en 1976, promovida por el entonces congresista Church, que prohibió a la CIA cometer asesinatos políticos.

Las "operaciones quirúrgicas" de los últimos años son rentables políticamente porque satisfacen el deseo inmediato de venganza y dan votos a los presidentes. Pero no destruyen las redes terroristas y el ex secretario de Estado Jim Baker indicó este miércoles que no se puede tratar a un enemigo sin cara ni tierra como a un ciudadano con derechos o un país con responsabilidades, aunque reconoció lo difícil que es políticamente plantearlo.

Ahora que el país se siente amenazado, Bush trata de que el Congreso apruebe una declaración de guerra. Su gabinete ya advierte de que no será una campaña corta y no puede serlo. Reconstruir las armas humanas que pueden infliltrar a los terroristas requiere tiempo y paciencia.