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Es necesario puntualizar. Vivimos en una sociedad que puntualiza. Se puntualiza sin que nadie lo pida. Salen niños y adultos palestinos celebrando la muerte de miles de personas y la presentadora televisiva puntualiza que “quizás no conocían las dimensiones de la tragedia”. ¿Por qué esta extraña mezcla de información y opinión queda tan políticamente correcta? Se habla de la salvajada inhumana de que unas personas se suiciden para matar al mayor número de gente en nombre del islam, pensando que entrarán en un reino de los cielos en el que se prima al parecer a los asesinos, y el locutor de turno morcillea: “no se debe generalizar, porque estamos hablando del Islam fanático”.

Conozco personas musulmanas honradas y virtuosas, va de suyo, pero el hecho es que hay una religión que legitima el asesinato y el genocidio, que tiene un principio totalitario como es la jihad, o guerra santa, por el que se puede imponer mediante la violencia las ideas a los demás. Asesinos de una absoluta inhumanidad, bestias de la peor especie, superando los mínimos límites de la moral natural, parecen que van al cielo. ¡Menudo cielo! ¡Menudo Alá!

Quienes deben puntualizar la cuestión son los musulmanes, para ver si el islam, Alá y su profeta son lo más abyecto o se mueven en un ámbito humanitario. Algunos lo han hecho. Así, el jefe Mohamed Sayed Tantaui, imán de la institución de El Cairo donde se concentran las instituciones universitarias sunitas, afirma que “matar a hombres, mujeres y niños inocentes es un acto horrible y odioso que ninguna religión monoteísta aprueba”. La Organización de la Conferencia Islámica ha dicho que “el Islam valora la vida humana y considera que el que mata a una sola persona es un criminal contra toda la humanidad”.

Es a los musulmanes moderados a los que toca expulsar de su seno a estos genocidas. A los que toca renovar una religión que a día de hoy se caracteriza por la reducción de los derechos personales de las mujeres, por el mantenimiento en el subdesarrollo a las poblaciones que la practican, por el desarrollo de una absoluta intolerancia que asfixia la libertad de expresión y penaliza toda crítica, que mantiene un sistema de penas inhumano y medieval en el peor sentido y, en cuyo seno, grupos que se presentan como los más puros de la especie proclaman el genocidio como un acto de virtud. Toca a los musulmanes demostrar que pertenecen a la civilización y no a la barbarie. Pero no vemos eso. Vemos a “mártires” que matan a adolescentes, poblaciones que protegen a las bases de los terroristas. A Yaser Arafat amparando a Hamas y a la Jihad como la vanguardia palestina.

Por supuesto, lo sucedido va a tener efectos sobre la inmigración. Todos los esfuerzos para evitar un odio étnico son pocos porque eso sería, además, un homenaje añadido a los suicidas terroristas, pero también es preciso que no se formen lobbys integristas, ni que se utilicen –como ha sucedido– las comunidades de inmigrantes como el paisaje en el que esconder a los patentes asesinos. En eso tienen también su parte de responsabilidad los musulmanes.

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