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Lucas Soler

La marrana tiene que alimentarse

Además de liderar la audiencia nocturna del pasado jueves, el reportaje "La gran mentira del corazón" ha dejado una serie de damnificadas que tardarán tiempo en recuperarse. Lydia Lozano y Cristina Tárrrega han perdido parte de su credibilidad como especialistas en temas del corazón; la una por falta de rigor y
escrúpulos, la otra por ingenuidad y precipitación al concederle categoría de noticia a cualquier rumor. Tampoco sale bien librada la pitonisa Cristina Fernández Blanco, que después de dejar su videncia en evidencia, ya no podrá robarle clientela a Rappel entre los famosos de las divisiones inferiores. Sin embargo, las burlas y descalificaciones más duras han recaído sobre la señorita Montse Páez, reconocida buscona de la exclusiva que se dio a conocer por un falso embarazo de Ricardo Bofill. Sin duda, el comentario más cruel sobre Montse Páez es el de la propia Paulina Rubio, que en un momento del reportaje se refiere a ella despectivamente como "la marrana", prescindiendo de su nombre y apellido. La crueldad del apelativo, referido a la anatomía un tanto rechoncha y
lustrosa de Montse, es aún mayor si se tiene en cuenta que Paulina Rubio no era consciente de la existencia de una cámara oculta.

También han sido inmisericordes con ella los exaltados tertulianos de "Crónicas marcianas" y de otros programas televisivos de cotilleos que vampirizan y fomentan las historias del corazón y la entrepierna. Montse Páez se ha convertido en la cabeza de turco o de cochinillo, que necesitan para salvaguardar la verosimilitud de un fenómeno que siempre ha vivido de la farsa, el apaño y el trapicheo. No tienen en cuenta que Montse Páez tiene el mismo derecho a vivir de la exclusiva que otras famosas de mayor ringo rango, como Isabel Preysler, Carmen Rossi o Carmina Ordóñez. Además de la codicia, descaro y torpeza que demostró en el reportaje emitido por Tele 5, no se le perdona a Montse Páez que
sea una desventurada pícara de discoteca de barriada con la anatomía carnosa de un gorrino. Los que ahora la asan como un lechal en las tertulias de cotilleos, deberían recordar que fueron ellos mismos quienes la lanzaron a la fama.

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