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Aquilino Duque

Libertad de lenguaje y libertad de palabra

El último diccionario de la Real Academia de la Lengua confirma el dicho de don Antonio Machado: Qué difícil es,/ cuando todo baja/ no bajar también. La Academia da carta de naturaleza a un lenguaje zafio consagrado previamente por los medios de manipulación de masas, lenguaje que, como la jerga de todas las germanías, no dura allá de media generación. Hay con todo un término muy divulgado por esos medios en la madre patria pero que desgraciadamente es de uso corriente en las Españas de ultramar. Ese término es el de “Latinoamérica”, un término con el que se gargarizan todos los españoles que reniegan de la Historia de España. Los hispanoamericanos son mayores en edad, saber y gobierno y pueden llamarse como quieran, pero nosotros los españoles no tenemos derecho a tirar por la borda lo mejor de nuestra Historia y regalársela a los inventores de la Leyenda Negra.

Todo esto se inscribe en el marco del Free speech movement. Decía Unamuno que no es lo mismo ser librepensador que pensador libre; lo mismo cabe decir del lenguaje, máxime en una época en que la libertad de lenguaje no coincide precisamente con la libertad de palabra. La prueba es que quien suscribe, que procura hacerlo con un lenguaje lo menos libre, es decir, lo menos sucio posible, tiene que recurrir al invento éste de la autoedición electrónica semiclandestina para ejercer su libertad de palabra.

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