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Enrique de Diego

PRISA contra el marco constitucional

La mayéutica entre Juan Luis Cebrián y Felipe González (“El futuro no es lo que era” o cualquier tiempo pasado fue mejor) tiene algunas características resaltables: a) es la conversación entre dos políticos, b) Cebrián se sitúa en una posición sistemáticamente más radical que la de Felipe González; c) Cebrián asume la legitimidad ideológica de un supuesto felipismo sociológico; d) Cebrián utiliza a Felipe González para arremeter contra Zapatero en dos cuestiones: País Vasco-pactos con el PP y política internacional.

Antes de entrar en la materia de mayor enjundia, es preciso hacer algunas consideraciones. Resultan abrumadoras las ocultaciones. Las dos más clamorosas son las relativas al terrorismo de Estado y al fracaso económico de los gobiernos felipistas, motivo fundamental de la derrota electoral (ya había corrupción cuando el PSOE obtenía mayoría absoluta y todos sus frentes desvelados en 1993 cuando aún ganó).

La importancia de un diálogo en sí insustancial estriba en que desde la publicación del libro, los acontecimientos en el partido socialista se han encaminado por la senda reaccionaria marcada. Zapatero está actuando al dictado. Se está siguiendo un proceso de suplantación por el que un grupo de comunicación termina por imponerse a un partido, con el agravante esquizofrénico de que el grupo no se presenta a las elecciones.

Algunas citas del ideólogo Juan Luis Cebrián son suficientemente significativas:

“Un pacto antiterrorista sellado sólo entre dos partidos me parece casi una aberración, porque es como dar por sentado que la lucha antiterrorista no corresponde al conjunto de las fuerzas democráticas. Y firmarlo entre dos organizaciones, e invitar a las demás a que se sumen, es toda una arrogancia”.

“Los acuerdos entre el PSOE y el PP, a mí me parece que pueden ser una trampa para la oposición”.

“Da la impresión de que Rodríguez Zapatero firma con el PP porque tiene una especie de mala conciencia, no sé si él o el partido, como si se hubieran asumido las acusaciones de la derecha, eso de que los socialistas tienen que purgar la corrupción y los crímenes de Estado. Independientemente de que haya habido crímenes y corrupción, esa mala conciencia que aparece en determinadas actitudes del partido socialista actual es rechazada por muchos de sus votantes. Es como si el nuevo líder del PSOE necesitara comportarse como un chico educado para volver a ser aceptado por la derecha”.

“Ahora los socialistas actúan como si tuvieran que dejar patente y claro que han purgado ya, que éste es otro partido y que el felipismo ha terminado”.

“También da la sensación de que Zapatero piensa que tiene tiempo por delante y puede administrarlo para llegar al poder. Claro que el problema no es si él tiene tiempo o no, el problema es que representa las voluntades de millones de españoles que miran otro calendario. La gente que vota una opción no está en plan de ver si dentro de doce años este hombre, tan simpático y educado, funciona y nos gobierna, lo que pretende es que haya una alternativa política, moral, de todo tipo, en las próximas elecciones. Y me preocupa, más todavía, la percepción de que hay a quien le encanta ser el segundo”.

Insistente es en la necesidad de una reforma constitucional, que no concreta, referida al País Vasco, con lo que, al margen de toscos y beatos ocultismos, sólo puede entenderse como un intento de abrir la espita para el secesionismo: “Me pregunto si tiene solución la convivencia en el País Vasco sin una reforma constitucional, o al menos sin una relectura de la Carta Magna”.

Tal es la visceralidad de Cebrián, que persona tan poco sospechosa como Felipe González tiene que tascar el freno: “no soy partidario de estar cambiando la Constitución, que debe dar estabilidad” y llega a considerar la postura de Cebrián movida por la “impaciencia”.

Éste no se recata en dar consignas chusqueras. “Pues habrá que decírselo a tus compañeros” (respecto a la defensa de los nacionalismos).

El desmantelamiento del PSE como puntal del constitucionalismo, frente a la ultraderecha nacionalista y su proyecto totalitario, está relacionado con este factor PRISA, en el que dicho grupo ha decidido asumir las esencias del felipismo, porque para ellos cualquier tiempo pasado fue mejor. No sólo condicionan cualquier interés general —como el de la libertad personal— al suyo, sino que han decidido situar a Zapatero (y al propio González) en la posición de títere. El País Vasco es la cuestión clave para esta estrategia de suplantación (letal para el partido que la padece, hay ya experiencias autonómicas). ¿Puede un grupo de comunicación, mediante la presión a los aparatos, modificar el sentir de un electorado, que ha respaldado a Nicolás Redondo con los mejores resultados de la historia del socialismo? La respuesta se dirime en los próximos meses. El objetivo final del grupo PRISA —si consideramos a Cebrián representativo de sus intereses e ideas— es acabar con el marco constitucional y favorecer la independencia de Euzkadi.

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