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Enrique de Diego

Razones para respetar a Nicolás Redondo

¿Cómo y con qué credibilidad personas poco condescendientes con el socialismo y con el partido socialista defienden al tiempo a Nicolás Redondo? La pregunta, con intención descalificatoria, se hace con cierta frecuencia en los foros de este periódico y la ha planteado, con la escasa sutileza que le caracteriza, Juan Carlos Rodríguez Ibarra.

Es un argumento ad hominem. La forma más tosca de la teoría conspirativa. Se toma, por de pronto, la parte por el todo, de modo que el crítico de una idea no tiene razón en ningún caso. Es decir, se contempla la ideología con un esquema cerrado, incapaz de eliminar errores, saltando incluso por encima de aquello del adversario el consejo. Como algunas ideologías, como es el caso notorio del socialismo, han tenido que abrirse y arrinconar dogmas periclitados, el esquema mental –muy claro en el caso del presidente extremeño– es más bien futbolístico. Uno es del Madrid o del Barcelona y el árbitro acierta o se equivoca dependiendo de a favor de quién sea el penalty. Un planteamiento que, en términos de racionalismo crítico, no supera la mentalidad del hincha o del aficionado. Si se quiere sublimar, recuerda la dialéctica amigo-enemigo de Carl Smichtt, de nítida prosapia totalitaria.

Es decir, se puede considerar que socialismo o centrismo reformista o cualesquiera de las etiquetas políticas son nominalismos y no esencialismos correspondientes a supuestas naturalezas. Y, de esa forma, los socialistas pueden tener razón en unas cosas, y en otras no, lo mismo que los populares. O que unos socialistas concretos defienden cuestiones interesantes, de altura moral y dignidad humana. Por ejemplo, en Libertad Digital he leído opiniones muy favorables a las propuestas fiscales de Jordi Sevilla. Lógico, porque coincidían con postulados de defensa del ciudadano frente al Estado que llevamos defendiendo mucho tiempo.

O que se puede coincidir en cuestiones que nos interesan a todos los demócratas o en un mínimo que se refiere a la dignidad humana. Por ejemplo, que no se debe matar al que piensa distinto. O que la libertad está en peligro cuando los dirigentes políticos han de ir escoltados. O que andar mirando el Rh es propio de estúpidos con ensoñaciones de campos de exterminio.

En términos políticos, nada puede perjudicar más al PSOE que la destrucción de su componente nacional. Esto no es un axioma apriorístico; existen experiencias claras. El abandono de esas posiciones con Joaquín Almunia fue uno de los factores claves de la mayoría absoluta del PP. Incluso Arzalluz dice que la idea de España da votos fuera del País Vasco. Y en eso, incluso Arzalluz, tan nazi en sus postulados etnicistas, lleva razón. Es decir, si alguien quisiera favorecer al PP en un sentido partidista, en un horizonte electoral, lo lógico sería, desde el cinismo, apoyar la salida de Nicolás Redondo y el ascenso de los Patxi López y los Odón Elorza. También hay pruebas concluyentes a favor de esta tesis: Ramón Jauregui con su seguidismo del PNV llevó a los socialistas vascos al desastre y permitió el ascenso del PP. Si el PSOE abandona sus postulados constitucionalistas actuales, encarnados por Nicolás Redondo (de ahí que le quieran batir), el PP subiría en el País Vasco y en el resto de España, y el PSOE podría despedirse por una generación de ser alternativa y acceder al poder. Esto me parece obvio.

Por tanto, personas poco condescendientes con criterios, por ejemplo, intervencionistas del PSOE, defienden a Nicolás Redondo, porque éste coincide con ellos en posturas con un claro contenido ético, de defensa de la libertad. Lo harían si se llamara Pepito el de los palotes y si sus siglas fueran cualesquiera otras, precisamente porque establecen sus juicios sobre ideas y no sobre personas, y sobre ideas abiertas, no sobre dogmas esencialistas. No son hinchas ni aficionados a unos colores, sino defensores de unos principios. Como ese es el caso de Nicolás Redondo, es lógico que les merezca todo el respeto.


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