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El consejero-delegado del grupo Prisa concede entrevistas como un político. Incluso se ha hecho un libro de tú a tú con Felipe González para convertirse en el albacea del felipisimo y sus rencores. Cebrián habla y escribe no como un periodista sino como un político, como el líder alternativo a Zapatero, como la conciencia crítica del socialismo de Jarrapellejos y como el neoideólogo de la CEDA de izquierdas, comparsa de cualquier nacionalismo secesionista: España, lo menos importante.

Cebrián, que ni se enteró de las reuniones de míster X con Ricardo García Damborenea y la cúpula de interior para montar el GAL y fichar a Amedo, ha conseguido, por fin, dar una exclusiva: ¡Nicolás Redondo se reunió con José María Aznar! Lo cual, como todo el mundo puede comprender, es gravísimo. Además de ser ¡cinco!, encima tuvieron la ocurrencia de no publicar un libro en Santillana, como hizo Cebrián con su monólogo, con González de espectador, en la finca El Obispo. Por cierto, relacionada con la desamortización de Mendizábal, cuestión que tampoco se ha valorado lo suficiente.

Como Cebrián es tan listo, y González tan clarividente, a algunos se nos escapan las ventajas de destruir la convivencia común favoreciendo la independencia del País Vasco. No acabamos de entender por qué eso es seguidismo del PP. También se nos oculta cómo luchaba contra el franquismo Cebrián desde la dirección de Televisión española. ¡Luchar dentro era lo heroico! ¡Lo de la clandestinidad no tenía mérito!

Algunos no entendemos por qué propone reformar la Constitución para que no haya ninguna, para abrir la espita al derecho colectivista de autodeterminación, ni cómo Cebrián –se define como “fundamentalista laico”, aunque lo de ser fundamentalista es siempre un desquiciamiento– es capaz de compaginar, con su lucidez supina, su adhesión a ese periclitado principio marxista-leninista con su reflexión sobre que la modernización de la izquierda pasa por una valoración positiva del afán de lucro. Porque o bien estamos ante un Lenin del capitalismo que daría la soga para su ahorcamiento o bien es que Cebrián se nos ha vuelto un capitalista salvaje sin principios (o sea, un cara).

En suma, son tantas las iluminaciones con la que nos viene ilustrando esta luz de Trento y martillo de herejes; son tan alambicadas y, en apariencia, contradictorias sus sublimes reflexiones; afectan de manera tan directa a la praxis política, que parecería lógico que pasara de las musas al teatro abriendo un debate público en gran escala y presentándose a las elecciones, quitando de en medio a “sosoman”, manifiestamente anatemizado como inservible.

Cebrián, preséntate. Sálvanos, porfa. Porque, claro, si González, a pesar de tánto libro, no sirve como cabeza de cartel, ¿quién mejor que tú? Apoyo de medios no te iba a faltar. Además, está Tusell para escribir tu historia. Elogiosa, por supuesto.

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