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Diana Molineaux

El imposible que no pudo ser

Las rendiciones en cascada y el avance relámpago de las tropas norteamericanas en Afganistán fueron tan sorprendentes como engañosas. Las bajas de este fin de semana demuestran que no podía ser verdad tanta belleza.

El Pentágono se ha visto obligado a continuar su campaña en Afganistán porque las fuerzas talibán y de Al Qaeda no quedaron destruidas, sino que tan solo huyeron. Se han podido reagrupar, gracias en buena parte al empleo de luchadores locales en las batallas, cuyas componendas con sus supuestos enemigos aceleraron el avance norteamericano, pero dejó bolsas de resistencia prácticamente intactas.

La operación “Anaconda” lanzada este pasado fin de semana recoge las lecciones aprendidas y marca una nueva fase de esta guerra. Los afganos tan solo refuerzan ahora los efectivos norteamericanos y de sus aliados occidentales quienes, por primera vez, se enfrentan al escenario difícil de que tanto se había hablado antes de empezar la campaña.

Un escenario en el que, a pesar de la avanzada tecnología bélica y los recursos económicos, el Pentágono no ha conseguido neutralizar ni la orografía, ni las normas de la guerra a la hora de desalojar a los elementos atrincherados en una fortaleza natural, ha tenido que enviar soldados y esos soldados habían de ser los suyos.

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