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Por ahora, el término no está aceptado por la Real Academia. La definición más o menos estricta de abandonware sería "software que tiene más de cinco años de antigüedad y cuyo propietario ni lo vende ni continúa ofreciendo soporte al usuario del mismo". Surgió del deseo de muchos por obtener viejos juegos, ya fuera por nostalgia o porque no tenían un ordenador nuevo capaz de ejecutar los que se vendían en las tiendas en ese momento. Ya se sabe que estar a la última en esto de la informática obliga a actualizarse casi cada mes.

Aquellos que promueven esta forma de arqueología informática aseguran que no deberían ser considerados piratas, porque no ofrecen nada que se siga vendiendo. Las quejas de la asociación IDSA sobre las pérdidas que les provoca esta práctica no deberían tener sentido alguno. A no ser que protesten porque muchos de los usuarios de este tipo de software no compran equipos nuevos ni, por tanto, los últimos títulos sacados al mercado, que siempre requieren un cacharro de lo mas moderno.

Todos sabemos que esta actividad es exactamente igual de ilegal que la piratería más habitual. Sin embargo, también es cierto que las licencias del software de antaño prometían habitualmente reemplazar los discos si éstos se estropeaban. Ahora las compañías se niegan a cumplir esa parte del trato. ¿Por qué entonces deberían los usuarios cumplir su promesa de no copiarlos?

Creo que a nadie se le oculta que es imposible que se cierren todas las páginas de este tipo, como no se cierran todos los "Napster" ni todas las páginas con información dianética protegida. Sospecho que la violación tan continuada y universal de los derechos de propiedad intelectual terminará obligando a revisar la legislación sobre la misma. Ya veremos.


Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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