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Javier Ruiz Portella

Archívese el Archivo

¡Y dale con el Archivo Histórico de la Guerra Civil reunido en Salamanca! Francamente, le tienen a uno aburrido con su sempiterna cantinela. Una vez más –mil veces llevan haciéndolo– los nacionalistas catalanes han pateado, clamado, alzado la voz para que la documentación relativa a Cataluña sea traspasada a Cataluña. Nada más lógico, parece. Cosa de “bon seny”: a Cataluña lo catalán…, todos los archivos desperdigados, ¡y los documentos andaluces a Andalucía, los asturianos a Asturias, los murcianos a Murcia, los gallegos a Galicia, los vascos a las Vascongadas!… Por cierto, ¿por qué será que a éstos no les da por reclamar también los archivos de la guerra civil? Tal vez para que no sea en su propia tierra donde quede constancia documental de los desmanes cometidos durante la contienda por un Partido Nacionalista Vasco que, como cuenta y documenta Pío Moa, acabó traicionando descaradamente a las propias fuerzas republicanas.

Pero, aunque sea desde un ángulo distinto, tampoco los catalanes tienen ningún motivo para vanagloriarse de lo que figura en unos archivos a los que dan, sin embargo, tantísima importancia que tal parece como si en ellos constaran las más grandes hazañas que vieron los siglos. De acuerdo, uno comprende que a los comunistas, socialistas e independentistas de Esquerra les haga mucha ilusión poder leer cada día los documentos en que se expresa lo que fue durante casi tres años la “revolución proletaria”, aquella revolución (dejémonos del engañabobos de la “lucha por la democracia”) que triunfaba por segunda vez en el mundo después de haberlo hecho en la “patria soviética”. De acuerdo, si consiguieran traer los archivos a Barcelona, podrían, casi sin salir de casa, regodearse diariamente leyendo los detalles sobre el dominio que ejercían los hombres de Stalin a través del Consulado General Soviético de Barcelona; o consultando las listas de los miles de burgueses, curas y demás taimados explotadores que, por el mero hecho de sus creencias o propiedades, fueron asesinados; o aprendiendo los detalles relativos a las técnicas con las que se practicaban en las checas las más refinadas torturas que imaginar se pueda. Uno entiende semejante afán en el caso de quienes, lejos de arrepentirse de su pasado totalitario, aún se vanaglorian de él (he ahí, por lo demás, una de las grandes diferencias entre la izquierda y esa derecha española que no sólo se arrepiente –lo cual está muy bien–, sino que se culpabiliza y acompleja –lo cual está muy mal– a causa de su pasado).

Decía que en el caso de la izquierda nacionalista catalana, uno entiende tal interés por los Archivos de Salamanca. ¡Pero en el caso de Pujol y de sus chicos!… Válgame Dios, ¿qué se les ha perdido a éstos en el asunto? ¿Para qué diablos querrán tales archivos? ¿Qué inmarcesible gloria verán en ellos? ¿Los querrán acaso para documentarse sobre la forma en que les eran confiscadas las propiedades (pequeñas o grandes) a sus padres y abuelos? ¿Para establecer una lista exhaustiva del terror que se abatió sobre sus correligionarios de entonces, ésos que en lugar de llamarse Pujol y CiU, se denominaban Cambó y Lliga catalanista? Un Cambó y una Lliga que, por lo demás, carentes ellos de complejos y culpas, adoptaron la única actitud que en su caso era sensato adoptar: quienes como el propio Cambó salvaron el pellejo, se exiliaron de inmediato a Francia, al tiempo que ponían todos sus esfuerzos, tanto personales como financieros, al servicio del gobierno de Burgos.

Sin embargo, ni los pujolistas podrán satisfacer cómodamente sus ansias masoquistas, ni los otros su placer sádico. Para ello, tendrán que seguir viajando a tierras salmantinas. El patronato del Archivo Histórico de Salamanca aún considera que España es una unidad y que sería insensato desperdigar a diestra y siniestra los fondos que lo integran. Lo mejor, pensando incluso en el propio interés de los nacionalistas catalanes, es que se archive de una santa vez el dichoso Archivo.

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